Miguel Bosé: Dios ha vuelto y lleva eyeliner

By viernes, noviembre 28, 2014 0 Permalink

Toc-toc. Miguel, ¿estás ahí? Quiero pensar que sí. Eres el demiurgo, polvo de estrellas, todos y cada uno de los átomos de la existencia. Estás aquí y allá al mismo tiempo, como un electrón. Un tipo cuántico, mesiánico, teutónico, hermenéutico, daltónico, chiripitifláutico. Eres lo putísimo más. Y lo sabes. Pssst, Miguel, ¿me oyes? Quiero pensar que sí. Permite que esta rata de cloaca aferrada a un teclado utilice tu nombre en vano a lo largo de diez mil caracteres. Porque Dios se te queda corto. Porque eres el coronel Kurtz de la España post-Transición. La Palabra entre indígenas. El viento que va. Apocalypse Bosé Redux. El horror… El horror.

Insectos miserables, sentíos afortunados con vuestro anecdótico y patético rol en este mundo: deberíais dar las gracias por no ser Miguel Bosé, pues jamás podríais soportarlo

Lectores, mi ausencia de modales es inexcusable, pero cuando se habla de la cúspide de la evolución humana, lo primero es lo primero. Antes de mentar a Miguel Bosé tenéis que enviarle una deprecación, un rezo implorante como el que abre esta columna. Porque a Yahvé hay que hablarle de tú a tú, sostenerle esa mirada de rapaz con sombra de ojos y pedirle permiso para ensuciar vuestra ya de por sí cariada piñata con su apellido bisílabo. Insectos miserables, sentíos afortunados con vuestro anecdótico y patético rol en este mundo: deberíais dar las gracias por no ser Miguel Bosé, pues jamás podríais soportarlo. Vuestro cerebro se convertiría en un huevo frito con tanta profundidad de pensamiento. Vuestro enclenque físico se colapsaría con tantos vaivenes cárnicos, cambios de imagen y paladas de eyeliner. Seríais tan y tan asquerosamente modernos que perderíais el control de vuestros esfínteres y dejaríais el mapa de España en el calzoncillo cada vez que apretarais los dientes.

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Sabed, ovejas desvalidas, que hay un nuevo Bosé en la ciudad. La excusa para bajar del monte Olimpo y codearse con la piara humana se llama Amo (Warner), un disco de título mourinhista que se presta sobremanera al cambio de letra y a las bromas rectales por parte del bajo pueblo. Pero Bosé se limpia el culo, nunca mejor dicho, con los chascarrillos y juegos de palabras soeces. Le pesan lo mismo que un copo de caspa en la barba, pues sabe que este LP visionario es la polla en vinagre. Y qué coño, él es Dios y vosotros no. Punto.

La puta verdad es que Amo es con diferencia el mejor disco de R&B futurista de auteur publicado en Chamartín

Quizás, algún querubín de esa modernez castiza que tanto le adora le ha soplado que las bases electrónicas con swag del palito Frank Ocean son lo más molón. A lo mejor Miguel se quedó flipado con los pucheritos de Drake mientras preparaba una bechamel de tofu tibetano en casa. La puta verdad es que Amo es con diferencia el mejor disco de R&B futurista de auteur publicado en Chamartín, pero cuidado: la treta de este tinglado no es asimilar lo que peta locamente en los charts anglosajones y vomitarlo en un CD a ojo de buen culero, sino crear un Bosé hechicero-homeless- darks con el cuerpo recubierto de ALGO viscoso para enviar al pueblo unos raps trascendentes, miguelescos, con una voz tan queda y seductora que haría llorar y apretarse el escroto de forma pulsátil a los protagonistas de Los Mercenarios.

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Es el personaje que Bosé ha puesto sobre la mesa en el magistral videoclip del single Encanto (puedes verlo al final del artículo) para recordarnos, por si lo habíamos olvidado, que él es el Moderno de España. MB siempre ha sido una mente avanzada a su tiempo. Sabe que la desconocida serie “Juego de Tronos” lo petará en breve y, a finales de 2014, después de 4 temporadas, ha tenido a bien descubrírnosla. Ahora Miguel Luchino González Borloni es un hechicero oscuro de Invernalia, un alquimista que le envía whatsapps cerdos a Daenerys Targaryen, se rodea de lobos huargos, desayuna piececitos de bebé con jalapeños y ocupa un trono de ramas secas como si fuera del mismísimo Rey de los Siete Reinos.

Parece que haya utilizado un martillo hidráulico untado en tinta china en vez de un simple lápiz de ojos Margaret Astor. No hay huevos de sostenerle esa mirada de tío JODIDAMENTE INTENSO

Encanto es una pieza audiovisual que pone los pelos como escarpias y muestra además a un artista generoso, cediendo protagonismo a un centurión romano que parece un gogó de Privilege y a un efebo negrísimo que va disfrazado de Darth Vader y Águila Roja a la vez. Y en esta miasma postmoderna, emerge el nigromante Bosé, con un peinado grasoso de limpiabotas zíngaro, un bastón de diácono Blackfire y un eyeliner feroz, desbocado, abisal. Parece que haya utilizado un martillo hidráulico untado en tinta china en vez de un simple lápiz de ojos Margaret Astor. No hay huevos de sostenerle esa mirada de tío JODIDAMENTE INTENSO. ¿Y esos movimientos? Brazos que cortan el aire como tormentas de kung-fu. Ladeos de cabeza que harían añicos las cervicales de Fernando Alonso. Cejas que se enroscan como áspides agonizantes. ¡El éxtasis de Santa Teresa!

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Lo grande de Miguel Bosé es que tiene a todo el país convencido de que la modernidad española empieza y acaba en su moño

No, en serio, el akelarre de “Encanto” ha mostrado las costuras más deshilachadas del personaje y aquí todavía nadie, salvo Nacho vegas, se ha percatado el engañabobos. Lo grande de Miguel Bosé es que tiene a todo el país convencido de que la modernidad española empieza y acaba en su moño. Sus referentes están más trillados que la levita del doctor Bacterio, sabe a progre tuneado, confunde genialidad con ridículo cada maldito día, apuesta por la estética de Juego de Tronos tarde y mal, y encima su actitud con la prensa es altiva, borde. No obstante, alguien se ha encargado de convencer a la ciudadanía de que Bosé fue Bowie antes que David Bowie… y así estamos desde finales de los 80. Mostrándole un respeto irracional y riéndole las impertinencias. Babeando con sus cambios de look. Vibrando con sus remixes trance-house de Amante Bandido y Nena.

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Bosé está por encima del bien y del carcamal porque aquí, en este país panderetero, ha sido EL PRIMERO EN TODO. Fue el impulsor de la moda de ídolos pop afeminados que causó furor en los 80. Ha llevado faldas antes que los hipsters con faldas. ¿Coleta y torera? El primero. Y también fue el creador del grácil salto con rodilla al frente y tirabuzón serpenteante e hipnótico con el antebrazo. Por el amor de Dios, ¡la ambigüedad pop la trajo él a España!  Ah, y antes de que a George R. R. Martin le descendiera el testículo derecho, Bosé ya era protagonista de películas fantásticas con critpoanimales, como atestigua esa obra maestra del cine español ochentero llamada el Caballero del Dragón.

Y todo esto, mutando a porrillo y por deporte. A diferencia de otros cantautores serios como Sergio Dalma, que ha mantenido una coherencia estética a lo largo de toda su carrera, Borloni ha hecho como los actores de método: le hemos visto inflado, escuálido, calvo, melenudo, barbudo, afeitado, alto, bajo, negro, blanco, masculino, femenino, del Barça, del Madrid, bla, bla, bla. Nuestro Brando, oye.

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Todavía nadie, ni siquiera ese extraño humanoide llamado Pelayo Díaz, ha puesto en entredicho la hegemonía de Papito

Lo más sorprendente, además, es que su posición de poder en la cúspide de la modernidad ibérica sigue exenta de amenazas. Todavía nadie, ni siquiera ese extraño humanoide llamado Pelayo Díaz, ha puesto en entredicho la hegemonía de Papito. De hecho, la casta (la caspa) modernilla afincada en Madrid le venera como los pigmeos camboyanos al coronel Kurtz. Mario Vaquerizo, Alaska, Bibi Andersen, David Delfín y toda la tropa aplauden con los pies cada vez que al divo se le cae una pestaña. Y es que Miguel Bosé ha abducido a viejas y nuevas generaciones de modernos capitalinos cual agujero negro. Ni una sola voz crítica. Ni un solo blogger rajando de sus ungimientos capilares con salsa aglio e oglio. Parece que el lobo huargo da miedo e infunde respeto. Porque sólo él puede disfrazarse de Robert Baratheon, lanzar golpes de karate al aire y cosechar el asombro de estilistas, diseñadores, bloggers y demás animalejos. Solo él es capaz de decir que el 80% del indie es basura (como Víctor Lenore), vanagloriarse  con la chorra sobre la mesa de una “canción protesta dance” como Sí Se Puede y conseguir que la parroquia le muestre el dedo pulgar en lugar de troncharse viva, como sería de menester.

Ser el Moderno Mainstream de España y creértelo es cojonudo, tíos. Nadie te tose. Sales en programas que dices odiar, haciendo de jurado musical de una pantomima, y no pasa nada. Puedes rajar de la prensa amarilla, de las apariencias y la jet-set porque eres un pavo que cree en lo auténtico, pero un  buen día de noviembre organizas una gala benéfica en Barcelona y consigues que la burguesía más rancia de la Condal se propine feroces codazos para abrazarte en el Photocall (el cantante es tan magnético que hasta consiguió sacar de la cámara de criosueño a un Ricardo Bofill Junior que sigue presentando sendos entrecots hormonados por carrillos).

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Bosé por aquí. Bosé por allá. Si Bosé no vengo. Bosé abusó. Bosé, Bosé, BOSÉEEEARGH ¡¡Abre los ojos, España!!  Al autor de Amo se lo permitimos todo por una extraña e insondable inercia. Hasta nos parece cojonudo que hable de sí mismo, ya no en tercera persona, sino en dos terceras personas, dos entidades separadas en el mismo cuerpo: una llamada Miguel y otra llamada Bosé. No me lo invento, os lo juro. Es la perorata que estas últimas semanas lleva contando a la prensa. Por lo visto, de las dos personalidades que habitan en sus adentros, Miguel es el padre responsable, el señor hogareño, y Bosé es BOSÉ de todos los santos: un tipo cuántico, mesiánico, teutónico, hermenéutico, daltónico y chiripitifláutico. Lo putísimo más. Toc-toc. Miguel, ¿estás ahí? Quiero pensar que sí. Solo una cosa más: GRACIAS POR SER.

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