Un idiota en el estreno de 50 Sombras de Grey

Frío antártico. Mocos. La ventisca espectral que azota las instalaciones del Maremagnum pondría a prueba la arquitectura de los mejores cardados capilares si hubiera algún signo de vida inteligente en la zona. Ataque de tos. Me maldigo y pienso que sería mucho más feliz pasando la noche del viernes en casa con mi perro, un saco de Amnesia Haze y Antonio Tejado en Sálvame Deluxe.

No he parado de leer y escuchar mierda sobre el engendro cinematográfico en los últimos 7 días

Pues no. Un encargo radiofónico me obliga a acudir en una nube de refunfuños al estreno de 50 Sombras de Grey, para poder comentarla al día siguiente. Jodienda muy seria. No he parado de leer y escuchar mierda sobre el engendro cinematográfico en los últimos 7 días. Peroratas de directores y actrices porno indignadas, advirtiendo al mundo del engañabobos (como si no lo supiéramos). Críticos de cine que claman más horadación y menos contención (críticos de cine, claro). Columnistas preguntándose dónde está el cerdeo (como si su vida sexual fuera un volcán en erupción 24 x7). Y de repente todo Dios es experto en sado. Y venga y dale y toma… Así toda una semana.

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No tengo intención de tocar una novela de 50 Sombras de Grey ni con un puntero láser. La película me importa menos que el manual de una Nespresso. Sudo del sado. No obstante, la fenomenología del Greygate y su impacto social son de un marciano que todavía hoy tengo que sacudirme los copos de perplejidad de los hombros como si fueran caspa. Ahí está la enjundia de esta pejiguera pseudosadomasoquista. Ahí es donde voy.

La fenomenología del Greygate y su impacto social son de un marciano que todavía hoy tengo que sacudirme los copos de perplejidad de los hombros como si fueran caspa

Son mis amigas

Nada más clavar pezuña en la entrada del maldito multicine, con el flequillo todavía electrificado por la ventolera, recibo el primer latigazo en los glúteos. Mi idea era encontrarme con un Erectile World Congress de pajilleros, dóminas, yayos sumisos, amas de casa de incógnito y parejas liberales, una especie de Salón Erótico en miniatura, tipos sudorosos con alopecia babeando en un rincón, ejecutivos con collar de perro, esas cosas. Sin embargo, tengo que pinzarme los pezones en series de tres para reaccionar, mientras intento averiguar en qué viaje astral me concedieron el pase de prensa para una convención de Siervas Devotas del Opus Dei Con Ganas de Cachondeíto.

Tengo que pinzarme los pezones en series de tres para reaccionar, mientras intento averiguar en qué viaje astral me concedieron el pase de prensa para una convención de Siervas Devotas del Opus Dei Con Ganas de Cachondeíto.

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¿Estoy en el estreno de Notting Hill 2 y no me he enterado? Solo veo grupos femeninos en la cola. Mujeres y chicas de 20 a 45 años en manada. Ni una presencia amenazante, cero lobos solitarios, cero miradas sucias. Básicamente pelotones de amigas de clase media-alta que acuden al cine en equipo, apoyándose las unas a las otras. La lectura de los libros de E.L. James se ha vivido como un acto íntimo, casi secreto. Una lectura pillina mientras el gilipollas de tu marido o novio ronca en el sofá; un acto aislado de transgresión femenina (o algo parecido). No obstante, el visionado del film es eminentemente grupal. Las fans del libro no parecen tener los arrestos suficientes para ver solas la película, de modo que crean un frente de estrógenos en las butacas de la sala, se hacen fuertes y, avivadas por la seguridad de la tribu, comentan las jugadas durante la proyección como si vieran un Barça-Madrid. Nunca he visto nada igual. De hecho, el fenómeno grupal es tan flagrante que al comprobar que soy un hombre solo, como Julio Iglesias, la taquillera me dispara una mirada insecticida y me adjudica un asiento aislado, tocando a pasillo, donde Dios perdió la zapatilla. Tengo la sensación de que se está apiadando de mí y me está facilitando la manola. ¡Me está convirtiendo en uno de esos nerds pajilleros que pensaba encontrarme antes de llegar al cine! En fin, vamos pa dentro.

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Jijiji, jajaja

La gente se parte. Ahí estoy, en un rincón del cine, rodeado por un estanque de butacas vacías. La taquillera se ha trabajado a conciencia mi exilio onanista. Desde mi oasis pajillero, encuentro más apasionante lo que pasa en platea que el dislate que vomita la pantalla. Lo que iba a ser un thriller sexual inquietante y turbio, se revela ante mi estupor como una comedia involuntaria, una autoparodia no premeditada. El niñato que hace de Christian Grey le suelta a Anastasia una frase que debería ser intimidante. “Yo no hago el amor, yo follo duro”. Pero el público se monda. “Si no haces lo que te diga, recibirás un castigo. Te azotaré”. Las chicas sueltan más risas. “Te follaría sin parar hasta la semana que viene”. El descojone padre.

Lo que iba a ser un thriller sexual inquietante y turbio, se revela ante mi estupor como una comedia involuntaria, una autoparodia no premeditada

Las risas son una constante durante la primera hora, hasta que la cosa se pone seria y Grey nos descubre una habitación de castigo con cientos de objetos para la práctica del sado de los que en todo el film solo utilizará un par a lo sumo. Durante la segunda parte de la película detecto pantallas de móviles encendidas. Hay gente que se dedica a navegar y darle al Whastapp entre escena y escena de sexo. Hago lo mismo, qué coño. Si Anastasia y Christian hablan, me dedico a chatear. Cuando comienzan las hostilidades, dejo lo que estoy haciendo y descanso la vista con la relajante paisajística sadomaso de la puta peli. Juro que esto lo hicimos varias personas. La luminiscencia verdosa de los smartphones como signo de aburrimiento supino.

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Porque el sado que me vende la película es una versión soft de Orquídea Salvaje emitida en 13TV. Es un sado guay, cuqui y bonista. Apesta a thriller erótico de los ’90, es un ‘Estrenos TV’ con bridas, esposas y un arbusto que pide a gritos una poda láser. Eso sí, no debería sorprendernos en exceso que una peli tan timorata haya dejado semejante huella en la escasa inventiva sexual ibérica, lastrada durante centurias por el catolicismo más provinciano y el apego desmedido a esa zona de confort que denominamos misionero.

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Anastasia comienza la peli como una virgen agilipollada y casi mongoloide, y lo curioso es que la acaba prácticamente igual: como una desvirgada agilipollada y más monogoloide todavía. Es un modelo de mujer aborrecible, de hecho, a cada minuto que pasa me entran más ganas de llevarla al sótano de Zed, para que aprenda lo que es el dolor de verdad. Pero lo peor no es ella, lo peor es él. Si este Grey es el prototipo de hombre dominante y perturbador del nuevo siglo, estamos jodidos. Parece que le vaya a pedir perdón cada vez que le suelta un mandoble. Qué educación, por Dios. El chico se ha criado en una escuela católica sí o sí. Este es de los que cogen el látigo con el meñique levantado y te soplan en la nuca. No da ningún miedo. Miedo es encerrarse en un cuarto oscuro con Boy George y una bombona de popper.

Miedo es encerrarse en un cuarto oscuro con Boy George y una bombona de popper

La única verdad es que en todo este entramado hay una ofensiva ultracatólica que ha cogido cuatro tópicos del sado y los ha convertido en las nuevas pastitas del té, el nuevo programa de Ana Rosa, un material de consumo rancio con la aterciopelada textura de las compresas Indasec. Es sado Opus Dei, ni más ni menos, un cachete nalgar inofensivo que presenta al mundo una heroína berzotas, sometida y obediente; una estratagema para desvirtuar de paso las variantes más extremas del sexo hasta convertirlas en un choteo de lo más amable, en las carcajadas absurdas de un grupo de amigas que encuentran hasta divertido el spanking de un Christian Grey que no daría ni para secundario en Anatomía de Grey. Si el vulgo se pira a casa pensando que el sado son unos azotes inocentes y una corbata en las muñecas, mejor que mejor, oye. Un mundo feliz.

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Este verano tuve que acudir al Salón Erótico de Barcelona para escribir un artículo paranoico y esquizoide que nunca vio la luz. En ese aquelarre vi actrices porno escupiendo semen a la cara del público. Vi a un enano disfrazado de torero follando duro con una obesa vestida de enfermera. Vi a un viejo desnudo con collar de pinchos siendo paseado cual bull terrier por una señora. Vi a un tipo introducir sendos bates por el culo a dos sumisas de verdad, el mismo tipo que después levantó en volandas a otra esclava con el puño y medio antebrazo metido en su vagina. Me pregunto cómo reaccionarían en esta guerra los grupos de chicas que reciben con actitud risueña las escenas más peliagudas de 50 Sombras de Grey, una peli de sado que no tiene sado, o dicho de otro modo: si el sado es esto, seguiré ciñéndome a las emociones fuertes de verdad, esto es, al bombeo maquinal con calcetines y calzoncillos a media asta de toda la vida. No hay dolor.

2 comentarios
  • Carmen
    febrero 19, 2015

    Miedo es encerrarte en una habitación con Belén Esteban y decirle que no tiene razón.

  • Iñaki
    febrero 20, 2015

    brillante articulo, me he reido mucho. Me siento identificado contigo aunque yo fuera de los que fueron en plan ‘pareja liberal’aunque creo que q mi ‘pareja’ ese dia le hubiera gustado mas ir en manada de amigas debido a mi poco interes, si, me dormi un par de veces. Mala idea si vas a acompañar a una fan incondicional de la trilogia y mas libros de fans. Te mereces un buen saco de amnesia y de otras haze.

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