¡Dejad en paz a Anna Allen!

Sueño con un caldero de bronce burbujeante. Un arcano jorobado. Una daga y un bebé. Un sacrificio horrendo y una invocación en atlante. Sueño con el cuerpo escamoso de una mujer saliendo del caldero. Susurros nublan mi mente como el láudano. Cánticos en lenguas hiperbóreas. Ranas que gritan como niños agonizantes y luego explotan. Todas las células de mi cuerpo en alerta, pero no puedo correr. La mujer se acerca. Cada vez más. Me acaricia la mejilla con un tentáculo. Me dice: “Soy Anna Allen y salgo en ‘Los Vengadores: La Era de Ultrón’”… Despierto entre alaridos de terror. Mi perro se asusta.

¿Su crimen contra la humanidad? Inventarse una vida paralela a sablazo limpio de Photoshop

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Os cuento esta pesadilla porque resulta que Anna Allen es el terror de España. El hombre del saco, el corintio, ¡Belial! La semana pasada, esta actriz semidesconocida era la novia de Antonio Alcántara, el crío de “Cuéntame”, pero ahora internet nos dice que cuidado, que es un bicho maligno creado a partir de células madre de la papada de Hannibal Lecter. ¿Su crimen contra la humanidad? De forma muy resumida: inventarse una vida paralela a sablazo limpio de Photoshop, hacerle creer a la gente conexiones imposibles con Hollywood, lanzar el bulo al vulgo de que la invitaron a la gala de los Oscars.

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Y en este país podemos perdonar que la vicepresidenta primera del Congreso de los Diputados juegue al Candy Crush en pleno Debate del estado de la Nación o que la alcaldesa de Valencia salga poseída por una espora alienígena y hable en vulcaniano a sus súbditos, pero que alguien nos tome por gilipollas y nos haga creer que ha sido invitado a los Oscars con trucos baratos de Photoshop, ah no, eso aquí no lo perdona ni Dios. Sobre todo porque nos lo hemos creído y duele como un demonio admitir que te le han metido doblada hasta el píloro durante tanto tiempo.

Que alguien nos tome por gilipollas y nos haga creer que ha sido invitado a los Oscars con trucos baratos, ah no, eso aquí no lo perdona ni Dios

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La fenomenología del poltergeist Anna Allen no me interesa tanto por las fabulaciones de la actriz, absolutamente inanes, como por las reacciones de la masa virtual enfurecida, unos espasmos violentos de odio disparados hacia la víctima sin orden alguno, como muebles volantes en una casa encantada. Estamos en plena era del caos y la paranoia, de modo que buscar las razones de la humillación pública de la Allen es un ejercicio estéril. Es el Nuevo Orden y punto. En la Red no hay prisioneros, lo que sí hay es el amparo en una masa feroz en la que uno se siente invencible juez supremo; una masa que piensa como un solo cerebro enloquecido y devora sin piedad a su objetivo: la pobre Anna Allen pasaba por ahí, y era una presa débil y demasiado jugosa.

La fenomenología del poltergeist Anna Allen no me interesa tanto por las fabulaciones de la actriz como por las reacciones de la masa virtual enfurecida

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Semejante vertido de mala baba pone al descubierto la extrema peligrosidad de la turba en las redes sociales, lo poco que cuesta apuntarse a un linchamiento de gratelo. Y no hablo ni de las bromas, ni de los memes. Aplaudo que se haya agudizado el sentido del humor y el puterío para parodiar los delirios de Allen, faltaría más. La perversión, a mi modo de ver, se hace visible cuando en los medios online se comienza a hablar de un personaje oscuro, insano y trastornado. Cuando algunos proclaman a la actriz una chalada peligrosa y encima se indignan con sus inocentes mentiras como si su vida dependiera de tres zarrapastrosos fotomontajes.

He leído de todo: loca, megalómana, mentirosa compulsiva, traidora, trastornada, narcisista…

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Por alguna razón insondable, nos hace gracia el timo de los Oscars de la Monroy; lo encontramos divertido y hasta reivindicable. También podemos reírnos a cascoporro y con un megáfono de los delirios de grandeza de Ana Obregón, conocida por adjudicarse títulos fantasma, proyectos millonarios en Hollywood que nunca han existido, cifras de audiencia imaginarias y amistades íntimas con estrellas internacionales que nunca ha conocido. Sin embargo, a diferencia de Allen, nunca acusaremos a la Obregón o a la Monroy de habernos engañado vilmente, de haber traicionado nuestra confianza o de ser unas sociópatas. Pero la voracidad del universo virtual no opera según los dictados de la coherencia, y la chica estaba en el momento adecuado en el lugar adecuado para sufrir uno de los análisis psicológicos fast food más masivos, oportunistas y demoledores que se recuerdan en meses.

Nunca acusaremos a la Obregón o a la Monroy de habernos engañado vilmente, de haber traicionado nuestra confianza o de ser unas sociópatas

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La horda virtual ha sacado su diván plegable y ha emitido un diagnóstico inapelable, condenatorio. He leído de todo: loca, megalómana, mentirosa compulsiva, traidora, trastornada, narcisista… En la Red hay mucho psicólogo titulado que incluso la ha equiparado a elementos infinitamente más peligrosos, como el Pequeño Nicolás, un sujeto que, a pesar de su manifiesta abyección, ha caído mucho más en gracia a la opinión pública. Anna Allen no es ni una chantajista, ni una conseguidora, ni nada que se le parezca. No se colaba en los despachos de altos cargos políticos. Sus fantasías no contienen ni un nanogramo de malignidad, antes al contrario, son de una ingenuidad y de una torpeza que solo despiertan ternura y hasta cierto sentido de adhesión. Hacer fotomontajes descacharrantes estilo “Año Cero” para anunciar su participación en series como “The Big Bang Theory” y “White Collar”. Coger la invitación de Lupita Nyong’o para orquestar el gran timo de la gala de los Oscars… ¿Dónde está el mal en algo tan blanco e ingenuo? Pero si todos los actores se inventan la mitad de las cosas que dicen, por favor.

En la Red hay mucho psicólogo titulado que incluso la ha equiparado a elementos infinitamente más peligrosos, como el Pequeño Nicolás

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Lo que me atrae de la Allen es la capacidad para hacer creíbles durante tanto tiempo unas fantasías sustentadas en montajes de un cutrerío tan sideral. Y si el patético show de la Monroy en el Dolby Theatre no hubiera puesto sobre aviso a los cazadores de impostores, ahora mismo toda España seguiría creyéndose esta larga película de serie Z. Y ahí está otra de los misterios de su lapidación. Si hasta hora sus montajes habían pasado desapercibidos, no porque seamos tontos y no veamos la engañifa, sino porque a nadie le importaban lo más mínimo sus aventuras hollywoodienses, ¿por qué de golpe nos interesan tanto ahora? Somos una jauría…

Sus fantasías no contienen ni un nanogramo de malignidad, son de una ingenuidad y de una torpeza que solo despiertan ternura y hasta cierto sentido de adhesión

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Esto es una carta de amor a la dulce extravagancia de una impostora entrañable, una petición en firme para que, por favor, dejéis en paz de una vez a Anna Allen. Que ya vale, hombre, que después del desafortunado desenmascaramiento y posterior lapidación, la actriz se ha evaporado. Nadie sabe dónde está. Sus cuentas de Twitter e Instagram están paralizadas. Su manager, cuyo papel no está del todo claro en esta trama, se ha ido de rositas. Bien mirado, yo también desparecería. Estaría agotado. El linchamiento ha sido devastador y lo más grave es que nos ha privado de saber cuán lejos podría haber llegado la imaginación de Anna Allen. La verdadera tragedia es que nunca podremos ver en su totalidad la obra que la actriz estaba interpretando a tiempo real, en nuestra triste realidad.

La verdadera tragedia es que nunca podremos ver en su totalidad la obra que la actriz estaba interpretando a tiempo real, en nuestra triste realidad

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De momento, ya tenemos información dudosa colada en IMDB, cuentas de Twitter altamente sospechosas que solo hablan de ella, apariciones estratégicas en “Pasapalabra” para anunciar sus proyectos fantasma en la meca del cine. ¿Hasta dónde podría haber llegado esto? Sería enorme que la actriz nos dijera ahora que es todo un gran montaje para hacer reflexionar a la gente sobre la adicción al éxito, sobre las deformidades del ego en la burbuja del show business. Un “I’m Still Here” a la española. Por ahora, lo que nos queda es una Capilla Sixtina de la impostura a medio hacer. Un puzzle inacabado. Una historia tan jugosa para los medios que no descarto que se haga una película basada en ella… Una película en la que Anna Allen se interpretaría a sí misma, por supuesto.

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