Telecinco: 25 años de telebravura

“Mama, Chicho me toca. Me toca cada vez más. Mama, Chicho me toca, me toca, me toca… defiéndeme tú”. 25 años después, el cerebro del español adulto todavía es capaz de reproducir a pies juntillas la canción más sexista que se ha cantado en nuestra televisión, con permiso de “El Africano” de Georgie Dann (otra cumbre de la pachanga que aunaba machismo y xenofobia, y curiosamente también apelaba a la figura materna como barrera infranqueable contra el acoso mandingo). Lo cierto es que estamos en el 2015, y el jodido Chicho sigue ahí, enquistado en el bulbo raquídeo de los que ya tenemos una edad y nos hemos educado a la lumbre de un canal que irrumpió en la televisión patria con el fragor psicodélico de Hunter S. Thompson en el Circus Circus de Las Vegas.

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Telecinco. La cadena que siempre pongo en casa, aunque no preste atención a la tele. La que nadie ve, pero tiene más audiencia

Telecinco. La podemos odiar o amar, pero siempre ha estado con nosotros, a nuestro lado. ¿Cuántos polvos con “Sálvame” de fondo? ¿Cuántas discusiones de pareja con “tu pantalla amiga” como sonido ambiente? ¿Cuántas siestas de fin de semana con la Campos y sus amigas del mus hablando de sus cosas? Telecinco. La cadena que siempre pongo en casa, aunque no preste atención a la tele. La que nadie ve, pero tiene más audiencia. El psicoanalista más barato que ha tenido España en los últimos 25 años. Casi nada.

Maria-Teresa

Veni, vedette, vici

Año 1990: una época en la que la sensibilidad al escándalo estaba a la altura del betún y no vivíamos con la Lüger de la corrección política en la sien. Todo era posible. Era el momento para chaladuras transgresoras, TVE no estaba por la labor y Telecinco vio hueco en un panorama dominado por una cadena pública que cada vez olía más a orín y Alcanfor. Había hambre de casquería y algún desollador tenía que servirla.

Variedades, lentejuelas, mujeres semidesnudas, concursos picantes, mandíbulas prietas, atmósfera perenne de pachanga marbellí y más lucecitas hipnóticas que una tragaperras

Telecinco se vendió a sí misma como la cana al aire que necesitaba España. Polvo a lo loco. Es de lógica que apostara por el modelo de entretenimiento italiano de la época. Variedades, lentejuelas, mujeres semidesnudas, concursos picantes, mandíbulas prietas, atmósfera perenne de pachanga marbellí y más lucecitas hipnóticas que una tragaperras… Valerio Lazarov extraía ideas perversas de los caracolillos de su permanente. Convirtió la cadena en una fiesta Bunga Bunga eterna y España se estremeció de gusto. En su primera y gloriosa etapa, Telecinco proponía un modelo berlusconizado que ahora, en plena dictadura de la corrección política, habría llevado al feminismo y otros tantos colectivos a un levantamiento armado.

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Las Mama Chicho, por ejemplo: bailarinas italianas medio en pelotas que aparecían porque sí y ponían a prueba la elasticidad de unos biquinis incapaces de contener tanto prosciutto en estado de agitación. Para más INRI, cantaban un hit en el que un depravado se dedicaba a meterles mano y ellas recurrían a la mia mamma para ahuyentar al acosador. No hay bemoles de pergeñar algo así en el prime time actual. Y es que Telecinco tuvo a bien introducir en nuestras casas el entretenimiento soft porn, un mercadeo televisivo de carne magra ibérica que nos ha dejado chefs d’oeuvre como “Ay Qué Calor” o “Bellezas Al Agua”, festines del kitsch superpoblados de modelos en biquini, mastuerzos semidesnudos de la era pre-depilación y vedettes… oleadas de vedettes.

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Telecinco también decidió cagarse muy fuerte en lo que hasta ese momento considerábamos una serie de televisión. Porque por un lado estaban las series que veía Occidente, y por el otro lo que hacía Telecinco, ni más ni menos que un modelo de ficción seborreico, ajustado al paladar cañí. Algo muy loco, pues la cadena consiguió que un producto excrementicio del Opus Dei como “Médico de Familia” fuera más grande que Jesucristo. Nos obligó a engullir 5 años de tartamudeos de Antonio Resines para decirnos que, nada, nada, que al final #lodelosSerrano fue todo un sueño. Decidió que “Sensación de Vivir” no era suficientemente castiza y se fabricó “Al salir de Clase”, la serie juvenil patria que pasará a la historia, entre otras cosas, por ser la prueba videográfica de que la Elsa Pataky de hace 25 años no es la persona que actualmente se hace pasar por ella.

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Los hijos de Paolo

Lo más apasionante de este monstruo audiovisual son los caminos que ha tomado en el siglo XXI. Paolo Vasile ha entendido que en tiempos de crispación y hartazgo, nada como la miseria ajena para atraer al gentío. La cadena es ahora una trituradora endogámica que rompe sus propios juguetes, los arregla y los vuelve a hacer añicos con más saña. La prensa del corazón y el reality son los reclamos para esclavizarnos al morbo. Son formatos, además, que pueden nutrirse unos a otros sin cesar. Reconozcámoslo, la fórmula del despelleje y la humillación de famosetes, a los españoles nos encanta. Y nadie lo hace como Telecinco. De hecho, Antena 3 ya lo intentó con “DEC” y ahora Jaime Cantizano anuncia cápsulas de café.

Reconozcámoslo, la fórmula del despelleje y la humillación de famosetes, a los españoles nos encanta. Y nadie lo hace como Telecinco

Volviendo a lo que interesa: sí, he dicho famosetes. Porque lo más enternecedor de Telecinco es que ha aprendido a sacar beneficios indecentes de una materia prima altamente defectuosa, lo que se conoce como el famoseo. Subespecies como Yurena, Marujita Díaz, Rafa Mora, Ylenia o Caballito de Mar no tendrían otro lugar donde caerse muertos, serían pasto de la indigencia, pero la cadena les ha dado un palito más de fama o una portada extra de Interviú, aunque sea a costa de troncharse de ellos y sus miserias. Esta dinámica ha propiciado la floración de una biosfera telecinquil que, sumada a las caras más conocidas y a los colaboradores fijos de los programas, es el principal alimento de la casa. Son los hijos de Paolo; si hay que arrojar a peña a los leones, el surtidor de despojos está rebosante en Fuencarral.

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La cadena que te encanta odiar

Con las Mama Chicho como astrolabio, Telecinco se ha marcado 25 años de tele al límite, y ha convertido su polémico modelo televisivo en la gallina de los huevos de oro del panorama audiovisual español. Y esto es quizás lo que sus detractores más feroces no quieren entender: que Telecinco, más que un canal de televisión, es un negocio, y en el mundo de los negocios el idealismo y las buenas intenciones tienen menos sentido que un triángulo de sandía en una ensaladilla rusa. Lo que cuenta es ganar pasta, generar audiencia, liarla, y la forma más rápida y rentable de que todo el mundo te mire no es generar interés, sino llamar la atención apelando a las pasiones bajas de los españoles: el cotilleo, el despellejamiento, el sexo, la irreverencia, la pachanga, la histeria, ¡barahúnda!

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Es muy cómodo culpar a Telecinco de todos los males de España. Es un blanco fácil que enaltece al tirador. Cargar contra la pantalla amiga no te granjeará ningún gesto de desaprobación. Pero no menos cierto es que detrás de cada hater hay un televidente. Porque Telecinco es la cadena que ves sí o sí. Es más poderoso el impulso de ponerla que erradicarla del listado de canales de la TDT, que en teoría sería lo más fácil y lógico si tanto la odias. Y es que, como dice Alberto Rey, Telecinco no quiere gustarte, quiere que la veas.

Mientras siga dispuesta a transgredir límites morales, herir sensibilidades puritanas y escandalizar a culturetas para conseguirlo, seguiré viéndola hasta que tanta contaminación moral me derrita las córneas

Habréis apreciado que en ningún momento he mencionado la palabra telebasura. Me parece una gilipollez. Un debate estéril. Solo una observación al respecto, para hacer basura hace falta también mucha bravura, y de eso Telecinco va sobrada. Mientras siga dispuesta a transgredir límites morales, herir sensibilidades puritanas y escandalizar a culturetas para conseguirlo, seguiré viéndola hasta que tanta contaminación moral me derrita las córneas.

Telecinco en los 90: los mejores programas de la Golden Era

Las Noches De Tal Y Tal (1991)

Antes de que los capos de los principales cárteles colgaran vídeos en Youtube rodeados de mujeres en un jacuzzi, metralleta en mano, Jesús Gil ya apostó por la estética “Scarface” en “Las Noches De Tal Y Tal”, una machada televisiva que va contra toda lógica y desafía frontalmente los estándares televisivos de ayer, hoy y siempre. Gil aparecía en remojo en el jacuzzi de su finca, con su flácido pellejo desparramado sobre las burbujas cual ballena varada. Parecía el lugarteniente de Pablo Escobar. Lo mejor es que entre parida y parida, el tipo se dedicaba a rajar del estado de las cosas, y no solo lo hacía con su estilo canino, sino que lanzaba sus invectivas al amparo de varias azafatas semidesnudas. No me extraña que Benny Hill le soltara una bofetada de verdad mientras rodaba un sketch en su visita al programa: envidia cochina.

La Máquina de la Verdad (1992)

Una obra maestra que no ha acusado el paso del tiempo. Sería imposible entender el Poli Deluxe sin este programa caníbal que tenía como protagonista a un polígrafo que parecía la nevera del Halcón Milenario. Daba igual que tanto el cachivache como el profesor Gelb (un julai que se hacía pasar por un ex agente del FBI) fueran puro chichinabo, lo que molaba eran las broncas en plató entre el encausado y el grupo de invitados. Todavía resuenan en mi cabeza los alaridos de Antonia Dell’Atte, los insultos de Jesús Gil, la carraspera de Juan Guerra. Pero lo que más impacto me causó fue el ente biológico que Julián Lago albergaba en su coronilla: su nombre era Xpyrtoh-Zerr y llegó a la cabeza del difunto presentador a través de un agujero de gusano desde los confines de la Vía Láctea. ¿Queréis saber hasta qué punto llegó a marcarme este programa? No contestaré ahora, lo haré después de la publicidad.

A Mediodía Alegría (1991)

¿Quién dejó que Leticia Sabater se acercara a los niños? ¿Por qué daba clases de gimnasia marcando camel toe a críos de seis años? ¿Qué perturbado mental escribió el Leti Rap? “A Mediodía, Alegría” fue una anomalía surrealista en la franja infantil. Hay que admitir que la figura de la presentadora hipervitaminada, calentorra y bipolar fue una genialidad. Nunca se ha vuelto a ver algo parecido. Shorts, calentadores, crepados imposibles y un vocabulario propio –okey makey- le bastaron a la diva para destrozar por completo les entendederas de miles de críos españoles, los que ahora han fundado Podemos.

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La Quinta Marcha (1993)

Ser joven en los 90 fue jodido por culpa de “La Quinta Marcha”. Eran tiempos en los que Penélope Cruz era la fuerza del destino de Nacho Cano y Jesús Vázquez un secundario de “Salvados por la Campana”. Resultaba irritante que este par nos representara, pero resultaba todavía más irritante la atmosfera buenrollista y megaenrollada que se respiraba. Supongo que alguien le dijo a Girogio Aresu, el director, que la juventud española vivía en los mundos de Yupi. Pues mejor, oye, porque los adolescentes de la época con dos dedos de frente aprendimos que teníamos que ser todo lo contrario. Aquello era tan odioso que me lo tragaba sin falta cada sábado. Faltaría más.

Goles Son Amores (1992)

Manolo Escobar + las Cacao Maravillao + Loreto Valverde + Inma Brunton + cubatas + resumen de la jornada de Liga + el toque Lazarov = .I.

 

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Contacto con tacto (1992)

Me río hasta escupir trozos de garganta de “Mujeres, Hombres y Viceversa”. “Contacto Con Tacto” es su versión hardcore, dudo que los adolescentes de ahora pudieran soportar tanta seborrea y tanta melopea. Bertín Osborne se hizo amo y señor de un plató que parecía el privée de La Posada de las Ánimas. Aquello iba para programa de parejitas y derivó en un after anegado de Vat 69 y testosterona, la que le salía a Bertín por las orejas cuando miraba a las concursantes femeninas. Porque cuando observábamos a Osborne ahí, espachurrado en la silla con cientos de cubatas en el cuerpo, profiriendo comentarios machistas en cadena, sabíamos que el ganado lo cataba primero él y luego, si eso, los imberbes que tenía su la derecha podían pillar las migajas. Y encima cobraba.

Crónicas Marcianas (1997)

Empezó como un programa distinto, humorístico, con un punto hasta inteligente -su título era el de un libro de culto de Ray Bradbury-, pero los vapores tóxicos de Telecinco hicieron mella en él como la luna llena en el licántropo. Al poco tiempo de su estreno, “Crónicas” dejó de ser un late dicharachero para convertirse en una guerra caníbal. Y pobló sus trincheras con lo mejorcito de cada casa. No obstante, ningún soldado pudo superar los viajes astrales con transbordo en Colombia que se marcaba Coto Matamoros noche sí, noche también. “Crónicas Marcianas” fue al late lo que Motörhead al rock: el programa más ruidoso del mundo. Lemmy se habría sentido como en casa.

 

1 comentario
  • Gonzalo
    junio 15, 2016

    El como es Telecinco es explicable simplemente diciendo quien la introdujo en España ni mas ni menos que Silvio Berlusconi el mayor payaso de Italia y parte del mundo, tal vez si ese grupo de payasetes casposos italianos se van de Telecinco pueda ser algo más normal y no la telebasura que es ahora.

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