Aless Gibaja: you sexy motherfucker

¿Enganchados a Aless Gibaja? No tenéis de que avergonzaros, bebés. Dejad que comparta con vosotros mi fascinación por él. Dejad que os introduzca en el mundo de mi nuevo gurú espiritual. Mi nuevo chute de felicidad. Mi nueva droga inocua. Os presento al único it boy/girl que no me parece un gilipollas integral. Increíble pero cierto. Hay que adorarle.

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Hola, bebés. Os envío supermegakisses. Mi primer contacto visual con Aless Gibaja se produjo en el programa “Hable Con Ellas” de Telecinco. Evidentemente, el show dio una imagen manierista del personaje, vendiéndolo como un aberrante Paris Hilton español, una rareza andrógina y freakérrima de esas que la cadena utiliza como Kleenex. No presté excesiva atención al tipo, hasta que unas semanas después el crítico de cine (y presidente del club de fans de Aless) Philipp Engel insistió en que husmeara más a fondo. La pasión con la que mi colega defendía a su ídolo me llevó a investigar al adonis. Así es como accedí a la experiencia Gibaja en toda su cósmica magnitud y descubrí una realidad paralela en la que me gusta ungirme de supersexy felicidad asiduamente.

Aless Gibaja es como el cabrales. Cuando lo pruebas por primera vez, un repelús escalofriante te recorre el body

Aless Gibaja es como el cabrales. Cuando lo pruebas por primera vez, un repelús escalofriante te recorre el body. “Es imposible que me vaya gustar esto”, piensas. Pero unos días después vuelves a probarlo. Y ya te pone más. Y al cabo de una semana, estás tan enganchado a ese lácteo pestilente que lo untarías en una tostada y lo mojarías en el café cada maldita mañana. A Gibaja hay que darle varios tientos. Y cuando llevas tres o cuatro vídeos engullidos del personaje, algo hace clic en tus entendederas. En espacio de un nanosegundo, todo lo que te aberraba de él ahora te fascina. Y no solo eso: como dice Rafa de la Unión, deseas más y más.

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Superkisses desde Dimensión Gibaja

Acceder a la dimensión Gibaja es una experiencia entre psicodélica y espiritual al borde del precipicio de la superficialidad. Sus contradictorias aristas –puede hablar de maltrato escolar y de tatuajes supersexys al mismo tiempo sin mover sus pestañazas- le diferencian con creces del grueso de los it boys/girls que pululan por las redes. Mientras que casi todos estos pimpollos aburren y dan rabia loca, Gibaja subvierte los códigos más trillados de las blogueras para forjar un discurso arrebatador en su delirante forma.

Unicornios de Mi Pequeño Pony, veneración del color rosa en todas sus gamas, pulseras ibicencas, purpurina, melena planchada, tatuajes de calcomanía, dermis tostada en incontables solariums, gafas de mujer, shorts imposibles, cereales de Hello Kitty, zapatillas de básquet fluorescentes y toreras se funden en un amasijo neokitsch inalcanzable para las etiquetas: no es una loca del coño, no es una intensa, no es una bloguera, es simplemente Aless y con eso debería bastarnos.

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Y lo mejor es que Gibaja acompaña su imaginería sexy summer con una gestualidad, una dicción y una perversión del idioma castellano que son droga durísima. Bendecido por el Señor con una feminidad a prueba de cromosoma Y, intensifica su speech con poses extremadas de supermodel y gestos manuales marca de la casa, esto es: un símbolo de la victoria que aparece en intervalos de varios segundos y un corazón ejecutado con ambas manos, juntando pulgares, cada vez que lanza amorcito a sus fieles. Con la ayuda de tan barroco lenguaje corporal, su discurso se enrosca en una dicción fascinante, lo que algunos llaman baby voice. Aless pone voz de niño, con ligero acento californiano, y así es como habla a sus seguidores, como si fueran críos recién destetados. De hecho les llama bebés. Y diablos, el recurso es de una inteligencia que asusta, pues nos lleva de regreso a nuestra más tierna infancia; nos devuelve la inocencia perdida, el amparo del amnios, la ingenuidad, la incorrupción.

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Y no se acaban ahí sus estrategias comunicativas, Gibaja ha conseguido que el uso indiscriminado de palabras en inglés deje de sonar pedante y resulte hasta divertido. Que la aplicación de los intensificadores “super”, “hiper” y “mega” delante de cada maldita palabra sea guay. Que los heterazos dejemos de tenerle miedo a los diminutivos.

Con esto le ha bastado a tan tierno ser para tener 274.000 seguidores en Instagram y convertirse en una deidad. Lo cierto es que este caparazón de diva marciana esconde un personaje que no se avergüenza de nada, tiene un par de huevos bien puestos y, lo más importante: no molesta. Gibaja cae bien y el resto de los bloggers no.

Visita una sala de depilación láser y se pasa la pistola por las cachas. “Esto es hipercool, es como un videojuego”, asegura la pop star

A diferencia del 99% de los it boys/girls no se toma en serio a sí mismo. No se detectan trazas de mariquita mala. Su postureo es prístino. Va a su bola, deja vivir y transmite ternura, cercanía. Encandila a la masa sin rebajar un ápice su extravagance. Y crea adicción, en serio. No me pierdo un solo vídeo de los que cuelga en su Instagram, los deseo con ansia viva. Os recomiendo uno en el que visita una sala de depilación láser y se pasa la pistola por las cachas. “Esto es hipercool, es como un videojuego”, asegura la pop star.

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Sexy gurú

Más allá de su diosez máxima, lo que me ha pegado más fuerte de Gibaja es su faceta de gurú para el mocerío. La forma es impecable, como he dicho, pero resulta que también hay fondo. Estamos hablando de un it boy/girl que no apuesta por mostrar lo chupi que es su vida de regalitos y lujos, y lo miserables que somos los vulgares asalariados. Gibaja piensa en nosotros y nos envía lo que él denomina superconsejitos, haikus de ayuda espiritual y good vibes para los fieles. Siempre positivo, nunca negativo, o como él dice: #0Dramas #SuperSmile. La filosofía Gibaja es un canto a la concupiscencia en tiempos de crisis y dolor. Se interesa por nuestro confort emocional, mientras que sus coleguis de “profesión” solo quieren hacernos sentir como diarrea.

Y no solo eso. Resulta que Aless se ha embarcado en una cruzada contra el bullying. Sin hacer prácticamente ruido, se ha convertido en uno de los símbolos de la lucha contra el acoso escolar. No parece postureo. Su lucha se me antoja sincera. Cero dramas, supersmile, sí, pero también hay un corazoncito latiendo bajo ese camiseta Dior. Y un super sexy empresario que vende pulseritas, fake tattos ¡y hasta palos de selfie personalizados!. Y un artistazo esperando explotar en el hit parade, ahí queda su primer single “Sexy Summer”, obra maestra del happy techno español. Y un líder de masas, porque yo también pertenezco a la Pink Army y lo digo supermegaorgulloso, personitas. Around the wooorld!

PD: Antes de irme, una petición seria. Como bien apunta el crítico de cine Philip Engel (otra vez, sí) después de enviar a Ten Walls a pinchar a las fiestas populares de Homofobilandia, el Sónar debería mover ficha y sustituirle por Aless Gibaja. Visualicemos el momento. Domingo, 6 de la mañana, la sesión de clausura de Laurent Garnier se para a mitad de “Crispy Bacon”. El DJ francés grita: “¡Super pink luck, supermegakisses, bebés!”, pone el CD de “Sexy Summer” y aparece Gibaja en una explosión de humo con shorts tejanos, chaleco de felpa rosa, un chihuahua del tamaño de una aspirina y el cuerpo surcado por abalorios hippies y tatuajes de mentirijilla. Histeria, gritos. Lleva una camiseta con el nombre de Ten Walls tachado. La peña le aclama. Carteles de Sexy Moraleja. ¡Estamos haciendo historia!

Perdonad, me he dejado llevar. Solo le pido a Ricard Robles, Enric Palau y Sergi Caballero que consideren la propuesta. Solo eso…

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