Essena O’Neill vs Instagram: ¡Qué duro es ser influencer!

Atención, humanidad: Instagram no es lo que parece. Instagram malo. Pupa.

Para llegar a esta apocalíptica conclusión, ha sido necesario que una influencer del rollo duro emprenda una cruzada moralizante para salvar a la errática juventud de esa burbuja virtual de joie de vivre y dentaduras de nácar. Se llama Essena O’Neill y es una modelo australiana que ha llegado a cosechar seiscientos mil seguidores en su página de Instagram antes de abandonar la sus redes sociales en pleno delirio antipostureo.

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Desconozco si es la primera it girl desertora y revanchista, pero lo parece. Todos los medios online han utilizado la espantada para llenar sus estridentes titulares; la historia de una modelo estresada emocionalmente por la presión de las redes es muy jugosa, pero solo si la afectada tiene cientos de miles de pajilleros y futuras blogueras observando. Si Essena no fuera una celebrity de los social media su historia quedaría sepultada en el limbo virtual. De hecho, nos habremos olvidado de su cruzada y la habremos olvidado a ella en cuestión de semanas, pero ahora mismo una renegada de la realeza instagramer que ha cambiado las selfies por la evangelización es un garante de likes y visitas al que no piensa renunciar ninguna publicación. He llegado a leer titulares como: “Los seguidores en RRSS, ¿una nueva adicción que puede acabar con tu vida y tu felicidad?”. ¡Con tu vida! ¡Instagram mata! Tsunami de paternalismo al canto.

Las revelaciones de Essena os derretirán el cerebro como un Mars en el bolsillo de atrás de Falete; abrochaos los cinturones: “Las redes sociales no son la vida real”. ¡Bum! Todavía intento comprender los mecanismos que han hecho que semejante perogrullada se haya convertido en el statement de la semana, sino del mes, para el grueso de los medios para millennials. Según Essena, Instagram es un artificio que te desapega de la realidad y te sume en la obsesión de buscar la aprobación de los demás a golpe de likes y followers, fabricando una imagen falsa de ti. Juraría que todos los que usamos Instagram tenemos un cerebro lo suficientemente desarrollado para comprender que se trata de un álbum de fotos ilusorio; de hecho, su esencia es precisamente la aceptación y disfrute de este engaño.

Así pues, no hace falta que Essena desenmascare nada, porque todos sabemos que Instagram es la gran mascarada, un paraíso de impostores cuyas vidas, relaciones de parejas, dietas y amistades son imposiblemente idílicas. En Instagram, algo tan decadente como ver el telefilme del domingo con una una manta por falta de calefacción se convierte en el épico “sofá, mantita y peli”, como si fuera lo más excitante y brutal que hemos vivido en meses. Conocemos las reglas del juego, no hace falta que nadie nos lea la letra pequeña.

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Instagram es MDMA virtual para las masas: cuando estás ahí, la realidad es tan bella que titila; el subidón te embriaga y, como es menester, se convierte en un esplendoroso bajón cuando vuelves a la realidad y el efecto euforizante se disipa. A menos que tengas algún trastorno o seas votante de Ciutadans, deberías saber perfectamente que el agua moja, que el cielo es azul y que Instagram y la realidad no son lo mismo.

Lo más divertido es que este dislate, impulsado por una adolescente con sobredosis de conciencia, ha derivado en la flatulencia moralista más estruendosa que ha cruzado Instagram desde su fundación. Ahí está el peligro. Los cruzados con sus antorchas. Pero que nadie se lleve al engaño, las redes sociales no son el asesino de la trama. Ahora resultará que ser influencer es una profesión de riesgo. ¿Nos hemos vuelto locos? Quizás habría que ser un poco más serio y preguntarse hasta qué punto el mundo profesional en el que se mueve la australiana, esa máquina de despedazar, masticar y escupir lolitas llamada Moda, tiene la verdadera culpa de su supuesta debacle emocional.

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De todos modos, algo aquí no acaba de oler del todo bien. Seré un cabronazo, pero ¿y si todo esto no es más que una argucia orquestada por una chica que se alimenta de las redes sociales para hundir las redes sociales y así convertirse en la reina de las redes sociales? Justo cuando pensaba que he visto demasiadas películas conspiranoicas, comienzan a surgir amigos de la australiana que lustran el enigma asegurando que todo esto es un engañabobos, una estrategia promocional, refundación de la marca. Donde muchos ven una víctima inocente, algunos comienzan a ver a una hábil empresaria dando uno de los coups d’état más colosales que se recuerdan en este juego de las redes sociales. Por el momento, los vídeos que la modelo ha colgado para explicar su postura están siendo devorados en masa. Se pueden encontrar en Vimeo y también en la única conexión que O’Neill tiene ahora con internet, la página www.letsbegamechangers.com, un altar levantado para gloria de su nueva personalidad, donde la modelo, entre otras cosas, le dice al internauta que si quiere dejar unos euros en su cuenta para la causa, adelante… Suena raro, ¿no?

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Algo me dice que Instagram no daña, somos nosotros los que llegamos dañados a Instagram. Y si algo molesta es que una adolescente de dudosas intenciones y afán recaudatorio te aleccione. Digo yo que cada uno podrá hacer con su página de Instagram lo que le venga en gana. Porque en definitiva, mostrar tu realidad más o menos modificada depende de cuán honesto quieras ser contigo mismo. Se ha escrito tanto sobre la australiana en tan poco tiempo que ya han salido demasiadas Essenas al escenario. Antes, al menos solo había que lidiar con una, la que se exhibía en mi iPhone; ahora ya no sé en qué versión confiar. Si lo que quería esta guapísima modelo era apearse de la notoriedad, diablos, ha conseguido precisamente todo lo contrario: ahora hablan de ella y la juzgan incluso los que hace dos días no tenían ni idea de que existía. Como yo.

 

 

 

 

 

1 comentario
  • Dafne
    noviembre 5, 2015

    Totalmente de acuerdo. Pensé lo mismo al leer la noticia hoy. Que vamos a dejar de utilizar los cuchillos también ahora porque «Oh, Dios mio! Los cuchillos cortan!» (a leer con tono irónico) Como siempre: todo depende del criterio que cada uno tenga en el uso de las herramientas. En fin, no parafraseo más que ya lo has explicado perfectamente. Bravo!

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