Lena Dunham versus Tentaciones: la pataleta

Mientras España esnifaba clenchotes de caspa, merced al cortometraje experimental rodado por ‘El Bigotes’ en un yate junto a la familia Gürtel, la otra caspa, la de los millennials, crepitaba a causa de una excitación que hacía tiempo no se sentía en los mentideros modernillos patrios. En las redes sociales, comenzaba a circular en modo vírico la nueva boutade egotripera de Lena Dunham. Y los fieles millennials esparcían la palabra de Adelina con el mismo rigor utilizado por su ídolo: a lo basto, sin molestarse en contrastar la información. Lo importante era dejar constancia de que la rebelde creadora de “Girls” había vuelto a poner el sistema pezuñas arriba y, además, lo había hecho señalando a un medio español: Tentaciones. El divertimento de la semana, para qué negarlo.

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La historia es conocida. Tentaciones saca a Dunham en portada. Dunham escribe un post en Instagram y acusa a la publicación de haberse pasado con el Photoshop, apoyándose en la retórica de siempre: “Este no es mi cuerpo, no me reconozco, no sois honestos con vuestros lectores, bla, bla, bla”. Vaya, que les llama mentirosos. Se oyen aplausos. Vítores. Lena ha vuelto hacerle un calvo al stablishment. Hipsterlandia se retuerce de placer y carga de nuevo contra el Photoshop, el GRAN ENEMIGO DE LA GENTE SUPERAUTÉNTICA, blandiendo el post reivindicativo como la enésima muestra de genialidad de la diva. Hasta que el globo se deshincha.

Tentaciones publica una carta abierta con pruebas fehacientes de que la foto no ha sido retocada por la publicación; es más, procede de un fotógrafo de confianza de Dunham, se utilizó para Entertainment Weekly en 2013 ¡y está avalada por su publicista y la agencia! Dunham la ha cagado a lo grande. No le queda más remedio que pedir perdón, pero es un perdón a medio gas. En sus disculpas, Adelina no retoma el tono aleccionador utilizado contra Tentaciones para ajusticiar a los verdaderos culpables: su amiguito el fotógrafo colombiano supercool, su publicista molón o a la prestigiosa agencia Corbis, de donde procede la foto de Tentaciones. Ni una mención para ellos en sus rectificaciones. De repente, a la actriz ya no parece interesarle de dónde surge la manipulación, porque una cosa es poner en el disparadero a una revistucha de un país semiafricano lleno de paletos como España y otra tocarle las narices a gente molona de tu confianza. Gente guay. ¿Adónde ha ido a parar tanta valentía, tanta rebeldía? ¿Hasta cuándo esta farsa?

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Dunham es una contradicción con patas. Odia la artificialidad, pero le habla a sus seguidores a través de Instagram, una fábrica de sueños filtrados en la que no hay una sola imagen que se acerque lo más mínimo a la realidad. Se queja amargamente de la tendencia actual de falsear los defectos del cuerpo femenino, pero ella es una de las instigadoras de una tendencia que debería preocuparnos más que una papada recortada en la Vogue: la normalización del narcisismo. La egolatría como valor positivo. Dunham posee un talento innegable; tener una serie propia en HBO, forrarte escribiendo un libro de autoayuda que no sirve ni para equilibrar una mesa coja y rodar una película como Tiny Furniture sin haber llegado a los 30 es un mérito. Sin embargo, la creadora de Girls dejaría de producir tanta repulsa si invirtiera en su trabajo las cantidades cósmicas de energía que malgasta en hacernos saber lo genial que es y lo mediocres que somos nosotros.

Adelina lidera una nueva generación de millennials que considera que el sistema solar gira a su alrededor. La sed constante de adulación, la adicción al like y el exhibicionismo corporal forman parte de su lenguaje. Se trata de gente que, quizás sin percatarse, quizás porque nadie le ha bajado los humitos cuando era necesario, opera por encima de las posibilidades de su intelecto, cultivando un nuevo narcisismo aceptado ya por todos, llevando la filosofía de la selfie a todos los ámbitos de su vida como si fuera un valor a preservar, nunca un defecto del alma. Es el prototipo de treintañera, locuaz, frívola y mal leída que quiere ponerse por encima del resto del mundo apelando al victimismo del YO. Un modelo de actuación que puede verse perfectamente plasmado en las chicas de la serie “Girls”: egoísmo 2.0, narcisismo enfermizo, frivolidad confundida con ingenio, honestidad brutal entendida como signo de autenticidad, “la sociedad nos debe mucho” y ese tono de repelente sabelotodo que echa para atrás.

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El derecho a mostrarte como te dé la gana es indiscutible. Si Lena Dunham quiere exhibirse en todo su esplendor, sin retoques, adelante. La aceptación del cuerpo imperfecto es algo muy bonito, pero no hace falta que nos lo recuerden cada dos por tres. Si Adelina está tan obsesionada con la naturalidad, si tanta urticaria le producen los retoques, hay soluciones mucho más efectivas que quejarse a posteriori para lustrarse las uñas en la solapa a costa de la reputación de una revista española. ¿Le mortifican las manipulaciones de Photoshop? Pues que sea mucho más cuidadosa y selectiva con las imágenes de promoción que aprueban su fotógrafo de confianza y su agente. Si el asunto es tan capital, diablos, ¿por qué no asume el control directo de las imágenes oficiales que sirve su entorno a las revistas? Iré más lejos: si sabe que le van a modificar las turgencias, porque, oh, eso es lo que hace la perversa industria de las publicaciones de tendencias sí o sí, ¿por qué concede entrevistas de portada y accede a protagonizar sesiones de fotos para las mismas revistas de moda que tanto cuestiona? Seguro que en National Geographic no retocarían sus fotos.

No tengo la intención de debatir en este texto sobre el abuso del retoque digital y sus consecuencias sociales, es un tema para otra ocasión que debe tomarse mucho más en serio, con mayor profundidad. La rabieta apresurada contra Tentaciones manifiesta el desespero con el que Dunham se nutre de excusas para abrillantar su ego a golpe de proclamas anti-Photoshop. La búsqueda rápida del aplauso feminista, la palmadita hipster. Se le ha visto el plumero. Ha vuelto a pasarse de lista. No se ha molestado en comprobar si la foto la había retocado Tentaciones, pero la acusación, a pesar de sus disculpas posteriores, ya ha quedado ahí. El daño está hecho. La víctima era tan fácil (una revista de un país tercermundista como el nuestro) y la oportunidad tan jugosa, que Adelina ha vuelto a meterse un chute de sí misma para solaz de sus palmeros, aunque esta vez el pico le ha salido por la culata: la chica necesita urgentemente un electroshock de humildad; una intervención antes de que la espiche por una sobredosis de ego.

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Si el nuevo feminismo se reduce a demonizar el Photoshop desde Instagram, a retratar a las chicas jóvenes de hoy en día como auténticas gilipollas en una serie absurda, a hacerte fotos de los michelines porque eres el ser más honesto del planeta Tierra y a contentar a los millennials con trucos de salón fallidos como el que nos ocupa, me temo que se avecinan tiempos oscuros para la causa. Adelina se parece cada vez más a la clásica niña a la que no le dijeron que “calladita estás mejor” a tiempo. No obstante, seguimos alimentando su incontenible narcicismo. Seguimos hablando de ella. Seguimos escribiendo artículos como el que estáis leyendo. Pero que nadie se alarme. Estoy convencido de que esta retórica hipster de la naturalidad se convertirá en papel mojado cuando, dentro de unos años, Adelina acabe recurriendo a un Photoshop mucho más cruel, indeleble y doloroso que el utilizado por una revista de tendencias española: se llama cirugía estética y nadie, ni siquiera la Dunham, podrá escapar de ella.dans-krpsc2ix8wn-_lv37-mr4g-6hKDDZS2XCwDvmKMHLzpWQ

 

1 comentario
  • Las Percas
    marzo 3, 2016

    ¡Ja. ja, ja! ¡Me encantas, tío! ¡Eres el Gerard Lauzier de nuestros días! Reconozco que leo estas crónicas porque además de escribir muy bien, me mantienes al tanto de la evolución del idioma y estoy conociendo a un montón de gentuza gilipollas de la que no tenía ni idea de su existencia. ¡Seguiremos!

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