El amor ha muerto, ¡viva Tinder!

El amor ha muerto. Erra por el mundo como ánima en pena, un zombie pazguato al que los Niños del Tinder lanzan guijarros y boñigas de perro resecas. El amor no es la respuesta en la Era del Caos. El amor es para los fósiles que todavía están enchufados a ese videojuego tridimensional y demodé que llamamos realidad. En el estrato de las redes sociales el amor es una afrenta a la cultura de la economía y la aceleración. La conservación de energía es fundamental en la Red, el aprovechamiento del tiempo también, y por dicha autopista se conduce con el sonic boom y la melena al viento todo el santo día. En esta tesitura de velocidades cósmicas y exaltación del aquí te pillo aquí te remato, la ensoñación amorosa es un tronco en el sendero, una pérdida intolerable de horas, minutos, segundos. Tic-tac.

downloadfile

El dedo de Dios

Afortunadamente, Tinder se ha revuelto en las aguas de nuestro smartphone como un vórtice del despecho, un canalizador potentísimo del resentimiento de los apóstatas del amor. Porque Tinder es al amor lo que Podemos a los tiempos de crisis. Tu enésima relación seria se ha esfumado en espiral por el sumidero. El loop se repite. Siempre habrá alguien que te dejará tirado para que no se te olvide que el amor no existe. Estás profundamente decepcionado con el sistema de relaciones de pareja, dejas de creer en él, buscas una refundación medular del tinglado… Y ahí está Tinder, como Pablemos, nutriéndose del desengaño, y apaciguando a las víctimas del desamor con un nuevo manual de instrucciones de una lógica tan desgarradora como su oportunismo.

Tinder se ha revuelto en las aguas de nuestro smartphone como un vórtice del despecho, un canalizador potentísimo del resentimiento de los apóstatas del amor. Porque Tinder es al amor lo que Podemos a los tiempos de crisis

Si la realidad de la ruptura y la búsqueda de otra relación te encorvan la chepa, Tinder te recibe como una piscina de pelotas en un McDonalds. No hay puntos de presión en este hábitat. Flotas en libertad, no tienes que justificar tus acciones ante nadie. En esta dimensión eres un dictador del mete-saca. Un juez cruel y superficial. En Tinder manda el instinto, nunca la razón. El ansia empotradora sustituye al afecto. “¿Quieres follar?” es el nuevo “¿qué grupos de música te gustan?”. No podía ser de otro modo en una aplicación que te permite seleccionar y desechar carne humana como si estuvieras en una subasta de toy boys y sacerdotisas esclavas.

Tinder te hace sentir asquerosamente poderoso. Con un simple deslizamiento dactilar sobre la pantalla reconoces un objetivo como coito futurible y lo aceptas, o lo envías a hacer gárgaras basando tus decisiones en una simple foto de Facebook, todo lo que tienen los tinderianos para meterse en tu bragueta. Un cromo. Un destello visual que dura lo que un colibrí tarda en pearse. Qué excitante poder te da al saberte por debajo de la mayoría de especies animales, más allá de lo salvaje. Siglos de cultura, tamización del instinto e insistencia en la idea de que lo importante es el interior de las personas para que ahora, con un barrido del dedo índice, elimines de la existencia a una churri por sus patillas pantojiles y cartucheras antigravedad o destierres a un tipo a la Zona Negativa porque tiene labio leporino, tetillas.

hey-girl-i-saw-you-on-tinder-

En el universo paralelo de esta app, sólo piensan los genitales y los genitales son egoístas, crueles y dolorosamente directos

El contacto físico te conduce irrevocablemente a la cortesía y la cortesía es una pérdida de tiempo, un atavismo enojoso e incompatible con el auge del fornicio instantáneo vía internet. Tinder lo sabe. Y desde el anonimato de la Red le pega el navajazo padre a la cortesía. La extirpa de la ecuación sin miramientos. En el universo paralelo de esta app, solo piensan los genitales y los genitales son egoístas, crueles y dolorosamente directos. Así pues, en este furor dactilar, acabas imbuyéndote de tanta urgencia folladora y reconociendo como simples bistecs lo que otrora te parecían personas con sentimientos. Y pasan 15 minutos. 20. 45. Estás poseído por el subidón de ser Dios. Te tiras horas ejercitando el dedito, la nariz pegada a la pantalla de zafiro. Decides el futuro de tus víctimas en un despliegue radical de eugenesia ligotera 2.0. Y los cromos pasan volando. Qué bien sienta aplicar la eutanasia sexual a capricho. Y cada vez te concedes menos tiempo para tomar una decisión. Más cromos. Más ganado. Gorda. Calvo. X roja. Tetazas. Pinta de follar como un camionero. Corazón verde. Más fotos. Más cromos. El dedo no para. Te pican los ojos. Se te pasa la parada del autobús. Tinder ya te ha atrapado.

Follar y punto

Tinder tiene dos sílabas. Follar también. La palabra mágica para que ambos conceptos se retroalimenten una: match. El match se produce cuando dos tinderianos se aceptan mutuamente. Y lo mejor es que el invento te empareja con gente que se encuentra cerca de tu posición actual. De ahí a desenfundar el Durex Lovers Connect Gel hay un par de frases en un chat y un café de sobre, que estamos en crisis. La mecánica profundamente amoral de este zoco cárnico ha sido decisiva en su encumbramiento como herramienta más valorada para calzarte a alguien la ley del mínimo esfuerzo y de gratelo. Tinder es follar. Sí o no. Así de sencillo y así de incontenible. Una genialidad. Sobre el papel, las aplicaciones para ligar te venden la idea de conocer a tu media naranja y luego mojar. Tinder sólo te vende la idea de conocer al polvo del día, con un poco de suerte de la semana, y cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Mientras que Meetic se proclama la contrapartida seria de Tinder, nutriéndose de ganado de provecho con curro decente y posición social holgada, en Tinder confluimos las ratas sin escrúpulos, los working class heroes del folleteo decadente

Mientras que Meetic se proclama la contrapartida seria de Tinder, nutriéndose de ganado de provecho con curro decente y posición social holgada, en Tinder confluimos las ratas sin escrúpulos, los working class heroes del folleteo decadente. Meetic es un coñazo, pues valora la cultura del esfuerzo precoital, el ingenio del picapedrero en el diálogo previo; los tinderianos, en cambio, apreciamos la falta de dignidad, el puterío máximo y la vulgaridad barriobajera. Lo único que queremos es chingar aquí y ahora. A gran escala. Cuantas menos frases invirtamos en nuestro camino hacia la polinización mejor.

bzxqi8

Esta es la conversación de una amiga con un simpático ruso:

-¿Sales hoy?

-No, estoy muy cansada.

-Vale, pues si quieres podemos follar después, cuando hayas descansado.

Esto es Tinder para un macho cabrío. Los pavos van a saco. Una mezcla de voracidad ninfomaníaca, decadencia, falta de escrúpulos y desapego absoluto del mundo de los sentimientos. Algunos lo expresan con los modales de un manatí, otros lo maquillan con alguna frase ingeniosa en el chat para abrir el paso (y las piernas de su presa), pero la única meta viable y realista de Tinder es bombear, percutir, empotrar, perforar, profanar. Y quizás por eso, a muchos nos avergüenza reconocer que estamos metidos ahí; todavía nos atenaza el pavor de ser descubiertos por algún conocido, familiar, ex novio, alumno, gente ante la que no queremos quedar como monos tití en celo que se han montado su propia Sodoma y Gomorra pillando cacho arbitrario vía app. Qué feo es parecer desesperado ante gente que también lo está y también lo disimula (y también está en Tinder, aunque tú no lo sepas… todavía).

Tinder Sorpresa: la fauna

La biosfera de Tinder es como el poblado de Bob Esponja en versión peli porno croata. Esta app ha creado un universo propio, variopinto, esquizoide. Ahí están las chicas cuquis, encantadas de vivir y de chorrear felicidad en nuestra cara. ¿Cabe tanta joie de vivre en Tinder? Dicho de otro modo, ¿pondrías “Sonrisas y Lágrimas” en un cine lleno de Michael Douglas con la cuca tontorrona? No te fíes de alguien feliz en este juego. Yo mantuve una sucinta conversación con una chica que sólo contestaba a mis frases con emoticones de osos panda.

lMi-when-you-get-a-cute-tinder-match

Donde hay auténtica nata para montar es en el apartado guiris. Puedes masticar sus estrógenos, moldear su testosterona como si fuera Play-Doh. De hecho tuve un match con una americana que estaba de vacaciones en Barcelona y quería verme a la voz de ya, que su avión despegaba al día siguiente y no estaba el horno para bollos. Los Erasmus no suelen fallar, pero los tiros más seguros son los guiris que están de paso: no tienen tiempo que perder y están deseosos de volver a su país con al menos cinco polvos memorables con un nativo que contar. Gracias a Tinder tú puedes ser uno de ellos.

Los bichos de Tinder son la leche. Nada que ver con Meetic, donde el hecho de pagar filtra, y el filtro proporciona montones de gente apetecible con posibles. En Tinder también hay gente apetecible (con posibles ni lo sueñes), pero hay que hincar la pala muy hondo para dar con ellos. Es en el picadero más democrático y menos clasista que conozco. Hay cuerpos aberrantes, caries, cardados capilares de serie Z, gente que parece vestida por un cíclope tarumba al que le han disparado una flecha cadente en el ojo, aberraciones humanas que se creen modelos y freaks que por alguna razón están convencidos de que la gente se interesará por ellos.

La idea es transmitir que tienes pasta, carraco y un cipote serio, que el universo te da las gracias cada día por prestarle tus átomos

Y luego hay otra casta, la de los flipados, que todavía son más ridículos; tíos que han entendido que en Tinder tienes que parecer un puto triunfador y se muestran como heterazos-triatletas-fuckers con chorbagenda de kilo: tatuajes motivacionales, aspecto atlético, deportes al aire libre, imagen de falso milloneti. La idea es transmitir que tienes pasta, carraco y un cipote serio, que el universo te da las gracias cada día por prestarle tus átomos. Créeme, si quieres fornicar sin descanso hasta que el sol se convierta en una enana blanca, el modo triatleta fucker te dará en Tinder todo lo que tu triste realidad de mileurista depresivo no te ha dado en la vida.

giphy

 Las fotos de Tinder: esas fotos

Las leyes de la física se desmoronan cuando hablamos de agujeros negros y Tinder (que al caso vendría a ser lo mismo). No obstante existe una norma que, a pesar de su cabal importancia, tan solo es seguida por un número reducido de usuarios: si quieres follar una buena foto tendrás que colgar. Pues algo extraño ocurre en el reinado virtual de Tinder, pues casi nadie ha captado todavía tan sencillo mensaje. De hecho, después de bucear en el álbum pictórico de la casa, tengo la sensación de que ni John Waters hubiera imaginado un Necronomicón visual tan rebosante de horror camp.

El apartado femenino es un descojone muy serio, como ver un capítulo de “Inteligencia Artificial” con hierba nepalí. Las fotos parecen chistes visuales. Poses forzadas en el salón de casa, con el mueble Ikea de las enciclopedias del yayo y la tele con Sálvame al fondo. Primeros planos borrosos. Instantáneas absurdas practicando trekking en un viñedo, haciendo el puente en la playa. Imágenes de espaldas. Conduciendo. ¿Y por qué hay fotos en las que se ven varias chicas? Un truco chusquísimo para camuflar tu fealdad o realzar tu escasa belleza juntándote con un par de cardos borriqueros. Pero bueno, ¿y esos gatos? No puede ser tan complicado entender la importancia de la foto de presentación. En Tinder, la foto de presentación es tu mundo, ponle imaginación pero sobre todo métete en el cerebro garbancero del hombre, piensa como él. Dicen que las exhibiciones mamarias son carta ganadora.

Las fotos de chicos, por otra parte, son una defensa encarnizada de la cultura borderline. Vergüenza ajena es poco. Básicamente, se trata de cultivar musculatura de fucker a base de gimnasio, jeringazos de hidratos y puntitas de anabolizantes. Y dejar de usar camiseta. Y hacer poses raras. El universo fotográfico masculino de Tinder se reduce a mostrar cacho hipertrofiado, creerte que estás buenísimo y (lo más importante) creerte que los demás lo creen. Insisto, prohibido salir con el torso tapado: si te haces fotos con camiseta, Mario Casas irá a tu casa de noche y te estrangulará mientras duermas. Sin manos.

 Tinder_Fail

After Tinder

Tinder es follar, pero no necesariamente acertar. Está claro que la foto es un gran indicativo. Asimismo, los chats te pueden dar una idea sobre si la otra persona está cuerda o colecciona cadáveres en el congelador. Y siempre puedes husmear en Facebook. De todos modos, Tinder no es Dios, no lo ve todo. No detecta halitosis, hongos plantares, dentaduras melladas o adicciones a la farlopa. De acuerdo, puedes inventar tu muerte para evitar una cita, como vimos en las noticias hace poco (aquí), pero no parece una solución práctica para los sinsabores del cara a cara.

Tinder es follar, pero no necesariamente acertar

Así pues, ¿qué se puede hacer para perfeccionar el paraíso? Es un clamor popular: la gente quiere un After Tinder. Una nueva app despiadada en la que las personas sean tratadas como productos y por tanto puedan ser valoradas por sus consumidores sin censura. Si tienes una cita con un micropene inoperante, diablos, ¿no tienen derecho tus hermanas tinderianas a saberlo? Se haría justicia y de paso nos evitaríamos encontronazos desagradables con copos de caspa, gente que se va al lavabo a la hora de pagar la cuenta, eyaculadores precoces, squirters, bipolares y bisoñés que se caen inoportunamente durante el coito. Y qué delicia también el saber de antemano los mejores golpes de cada uno: Se sale con el sexo a cuatro patas, pero se viene abajo cuando te pones encima. Grita como una hiena enloquecida cuando llega al orgasmo. Tiene el mejor juego de índice-corazón que recuerdo en años. Un helicóptero impecable, técnica depurada…

Game over, pues. Rest in peace. Si After Tinder es el futuro, efectivamente el amor ha muerto. Esta app adictiva le ha desenchufado el respirador. No obstante, siempre hay esperanza de encontrar alguna margarita en la más turbulenta de las piaras. Y es que no son pocas las parejas formales y felices que han encontrado el amor verdadero gracias Tinder. ¿Curioso no? Tinder se carga el amor en el plano físico y lo resucita en el éter del ciberspacio. Ciencia-fricción.

4 comentarios
  • Diana
    enero 21, 2015

    Como usuaria de Tinder, he de felicitar primero al autor, para apuntarle después, que el apartado de fotos masculinas es muy limitado. Viendo las instantáneas y perfiles, daría la impresión de que todos los varones tienen que elegir un momento en la vida entre navegar, viajar a NY, a Roma, a un paraíso asiático, celebrar una nochevieja con traje o convertirse en rejoneador. El espectro es muy limitado.
    Por otra parte, el letrado autor, no ha especificado cómo son los encuentros y coitos a posteriori, tema realmente interesante.
    Mis amigas y yo llevamos años soñando con un aftertinder donde puntuar honestamente a los muchachos, ¡que llegue ya, vive dios!

  • Isabel
    enero 22, 2015

    Debo decir que el articulo no tiene desperdicio !!

  • marc seed
    enero 22, 2015

    Pero, follaste o no?

  • Carlota
    febrero 19, 2015

    Gran artículo Jejeje toda la razón. Yo me he abierto un Tinder esta semana y tambien lo he cerrado el mismo dia , ha sido breve y productivo, en1 hora dos citas, pero yo tenia muy claro el perfil, ya que en el catalogo se puede escoger , me decidí `por un madurito interesante de 48 programador de cine en un canal de TV para vivir mi último tango, y un joven apuesto 1.90 y cachas tipo parque de atracciónes ,deportista (doy fe, investigado su facebook jeje) y profe de educación especial…y pienso…. que suerte han tenido de dar conmigo.Con el madurito he quedado en la filmoteca y con mi joven apuesto en un vegetariano, ya te contaré mi experimento morbosociológico

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *