EL MAL ROLLO LLEGA A FACEBOOK: Me gusta el “No me gusta”

Facebook es uno de los túneles de lavado de ego más eficaces y baratos que existen; un tablón de anuncios personal donde cuelgas todo aquello que puede suponer una subida instantánea de algunos grados en el mercurio de tu molonidad. Por mucho que impere una sensación de armonía y preocupación por las tribulaciones vitales de los otros, Facebook no te interesa tanto por lo que haga la gente como por que la gente diga de ti.

aplausosLa vanidad, y no la amistad, es el auténtico motor de esta red social. Soy devoto de la política frenética de autopromoción –no son pocos los encargos que he conseguido gracias al autobombo-, pero hay que ser realista: una de las supuestas piedras angulares de Facebook, su componente de hiperconectividad amistosa flower power, es una refracción engañosa del narcisismo rabioso que descansa bajo la alfombra. Facebook en realidad te conecta contigo mismo y para de contar; solo interesa que los demás se interesen por ti.

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Desatas cantidades cósmicas de hipocresía en forma de haikus motivacionales para peña que no conoces de nada. Un nido de ratas

El imperio virtual de Mark Zuckerberg es una casa de caramelo y chocolate llena de carroñeros que quieren meterte en el horno. Hay un alto porcentaje de personas que te repugnan a las que sigues con el mismo fervor que a tus mejores amigos. Facebook te ha convertido en una serpiente. En Facebook le enseñas a tus ex lo feliz que es tu nueva vida; entras en una competición tóxica para ver quién se siente más afectado por la muerte de un famoso que te importa una mierda; desatas cantidades cósmicas de hipocresía en forma de haikus motivacionales para peña que no conoces de nada “Guapísma, me encantas”. “Muy fan”. “Qué pareja más bonita que hacéis”. Un nido de ratas.

Welcome to Hatebook

Dicho esto, si has sido capaz de aceptar que estás en este juego por ego o interés y asumes la naturaleza maligna y egoísta de Facebook, seguramente habrás vibrado con LA NOTICIA. Si nada lo impide, está a punto de llegar el botón de Dislike (“No me gusta”), una opción por la que muchos habríamos puesto un riñón encima de la mesa hace un par de años. Hay nervios.

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Evidentemente, Zuckerberg ha edulcorado el invento con una coartada empática y buenrollista (sic). Digamos que la versión oficial, grosso modo, vende que el botón de Dislike servirá para no caer en el ridículo más espantoso poniendo un “Me gusta” a posts deprimentes sobre pérdidas de trabajo, muertes de familiares y/o mascotas, robos de iPhones e ingresos en clínicas. Digamos que la versión oficiosa vende la posibilidad de excitar a la jauría y dejar que la negatividad se esparza por la red como un cuesco en un cine.

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Con el diseño todavía por determinar – lo lógico sería un pulgar hacia abajo, César Augusto style-, queda claro que la auténtica función de este icono luciferino será activar el ventilador de la mierda y sálvese quien pueda. Zuckerberg lo sabe. Yo lo sé. Tú lo sabes. Es un agujero de gusano a un universo de negatividad, abyección, rencor y cuentas pendientes que hasta ahora permanecía contenido en los estratos más recónditos de la psique de Facebook.

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Escribir un comentario negativo como respuesta a un post irritante va contra la política de hipocresía de los usuarios de Facebook y produce también mucha pereza: te obliga a pensar, teclear, perder un minuto, empezar la guerra sucia. Queda mal perder los papeles. Pero darle al “No me gusta” ya es otra cosa: le estás diciendo a esa persona que su post te parece una putísima mierda de una forma rápida, aséptica y, precisamente por eso, más dolorosa. Aquí no se crea debate: se humilla y adiós muy buenas. Un Dislike no da pie a que te bloqueen. Me atrevería a decir incluso que no da pie a réplica. Es elegante y mortal. Una puta bala disparada en el entrecejo de tu víctima a medio kilómetro de distancia y con el viento en contra.

Quiero tener un millón de enemigos

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Si Facebook no lo castra y nos lo ofrece con la testosterona intacta, el “No me gusta” puede dar pie a una nueva era para esta red, la era de la inquina y el haterismo. El pasivo agresivo de Facebook se ha terminado. Si algo te desagrada, la indiferencia ya no será la única respuesta. El “No me gusta” ha llegado para dinamitar todos esos posts que te despiertan envida insana, vergüenza ajena, mala baba, celos, odio irracional, asco. Caretas fuera. Cuando veas un estado que te hincha la vena del cuello, ya no lo pasarás por alto, como hacías antes, ahora dejarás caer ese Dislike furtivo cual cagada de paloma y participarás en el albor de un nuevo mundo de dolor caralibresco en el que el hijoputismo correrá libre y los bajos instintos podrán canalizarse a través de un simple clic.

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Cuando veas un estado que te hincha la vena del cuello, ya no lo pasarás por alto, como hacías antes, ahora dejarás caer ese Dislike furtivo cual cagada de paloma

El uso continuado del Dislike en el muro de la misma persona terminará destrozando los nervios de su destinatario y ocasionando la ruptura de lo que otrora parecía una sólida amistad virtual. Guerra de Dislikes. Fuego cruzado. Aumentan las hostilidades. ¡Es la hora de los bloqueos! Los habrá que soltarán el “No me gusta” a cascoporro solo por el mero placer de tocar los huevos a los tipos que escriben posts ocurrentes y exhiben su maravillosa vida de lujos y amistad. Ahora, cuando la palme un famoso y se desate el gregarismo de Facebook en forma de muestras de dolor gratuita, podrás sacar a pasear el Dislike y poner en su sitio a tanta plañidera virtual. Lo mismo con las fotos de vacaciones. Y con los tipos que pretenden arreglar el panorama político con sus estados de Facebook. Y con los que publican sus propios artículos. Y con los que sacan fotos de su perro. Y si Zuckerberg quiere hacernos felices de verdad, sería un detallazo que incluyera también el dichoso botoncito en las páginas de artistas, DJs y blogueras. Estoy babeando, perdonad.

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La llegada del “No me gusta” es una bendición. Confío en un diseño limpio con un pulgar hacia abajo, pero diablos ¿acaso no es gratis soñar? Dejad que fantasee con una puesta en escena más punk. Sería enternecedor que en vez de un pulgar hacia abajo, el icono mostrará un puño cerrado con el dedo anular erecto: el botón de la peineta. Porque el hombre es un lobo para el hombre. Todos sabemos que el gentío es miserable y en la red es mucho más placentero ofender que laudar. Facebook lo ha entendido. Facebook nos va a dar la navaja. Esperemos que para Navidades Instagram también haya bruñido la suya.

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