La semana del CUÑAO: los nuevos politólogos de Facebook lo petan

By miércoles, noviembre 18, 2015 0 , , , , Permalink

Los atentados acaecidos en París la noche del viernes pasado han abierto la caja de pandora del bochorno español. A todos los niveles. Supongo que la gravedad de los hechos es directamente proporcional a la histeria de las reacciones en la redes y a las faltas de respeto y meteduras de pata de nuestra prensa.

La Razón confunde con un yihadista a un pobre adicto a los videojuegos al que algún cabronazo anónimo, Photoshop mediante, ha convertido burdamente en terrorista. Como si estuviera de turismo en las cataratas del Niágara, Carlos Herrera se hace una selfie delante de la discoteca Bataclan con rictus seductor, en una de las exhibiciones de autobombo más escandalosas que recuerdo en mucho tiempo. El “Faro de Vigo” publica un artículo surrealista sobre la masacre de la sala Bataclan mezclando satanismo y death metal en un texto que debería figurar en los anales de la historia de la desinformación.

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Y hay más.

Ana Rosa Quintana se salta a la torera el minuto de silencio en las calles de París, para decirnos que quiere que escuchemos… ¡el silencio! Jesús Mariñas aparece en un programa de sobremesa para jubilados y suelta que los atentados le recuerdan a la locura del independentismo catalán. Un periodista del magazine “La Mañana” de TVE confunde el logotipo de la alianza rebelde de Star Wars con el de Al-Qaeda. Y la sensación es que la comedia gruesa en la que se ha convertido la prensa española todavía se guarda sus gags más histéricos para semanas venideras.

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El mismo ridículo que los medios españoles han convertido en arte se ha retroalimentado con el alzamiento de una fuerza en las redes que, hasta la aparición de Facebook, siempre habíamos contenido en la zona de confort de cenas de empresa y reuniones familiares: el CUÑAO. Después de la avalancha de politólogos y expertos en terrorismo islámico que ha arrasado Facebook, es evidente que no nos libraremos del personaje en mucho tiempo. Al contrario, algo me dice que su reinado de estulticia y topicazos acaba de comenzar en internet.

Pero, ¿que és el cuñao? El cuñao es una figura rabiosamente española, equiparable a mitos patrios como el pícaro, la vieja del visillo, la mariquita mala o el cateto. Básicamente se trata de un personaje execrable que pontifica de todo sin tener ni puta idea de nada y adoctrina al personal sin fundamento alguno. Suele gastar un tono aleccionador irritante, el tono de “calla que ahora hablan los mayores” que tanta rabia genera. Hasta ahora, el cuñao malvivía en los márgenes de la sociedad, le era muy difícil propagar su colitis intelectual fuera de sus círculos de conocidos o de la sección de cartas al director de “La Vanguardia”. Se le soportaba e incluso se le reían las gracias, por aquello de que una vez al año escuchar a un gilipollas no hace daño.

El cuñao es una figura rabiosamente española, equiparable a mitos patrios como el pícaro, la vieja del visillo, la mariquita mala o el cateto

El problema es que con la llegada de las redes sociales, el “cuñadismo” ha encontrado un escaparate universal en el que mostrarse al mundo. Gratis. Masivo. A diario. Abierto a cualquier memez que uno quiera escribir. Ahí es donde se ha cocinado a fuego lento su actual reinado. Porque en esencia, el cuñao es un ego famélico de likes que se considera en posesión de una verdad (o perogrullada, llamadle como queráis) inalcanzable para la masa, vaya que el tipo maneja lugares comunes que cree haber descubierto antes que el resto del planeta. Por eso, el cuñao exhibe una falta de modestia asombrosa; su ego infinito le convence de que nos está descubriendo la sopa de ajo con cuatro obviedades y tópicos aprendidos en la cola del Mercadona. A ver, señor, despierte: todos sabemos que no solo en París corre la sangre y que también hay muertos en Siria. Que no somos tontos.

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El cuñao habla de oídas, alimenta sus argumentos en la tertulia de Ana Rosa Quintana y se apunta siempre al carro de los acontecimientos a tiempo real. Hasta hace una semana, el conflicto de Siria le importaba más bien poco. Pero los atentados de París han sido una invitación demasiado jugosa para sumarse a la ola de nuevos expertos en geopolítica y vomitar argumentos de tertuliano encarajillado como si no hubiera mañana. Es otra de las características de este bicho peligroso. Pese a la vergüenza ajena que producen sus diatribas, está convencido de que el mundo se muerde las uñas y necesita escuchar sus opiniones políticas como al aire que respira.

Llegados a este punto, un poco de honestidad tampoco nos iría mal. Todo español que se precie lleva un cuñao dentro. No obstante, tuya es la responsabilidad de contenerlo y de saber cuándo estás haciendo el ridículo y deberías dejar de teclear memeces. Es el caso de los atentados de París, una realidad demasiado compleja y aterradora como para reducirla al clásico circuito cerrado de argumentos estilo: “En Siria también hay bombardeos”, “#PrayforParis no mola porque es un hashtag de contenido religioso” y todas esas lindezas.

La ola de nuevos expertos en geopolítica y vomitar argumentos de tertuliano encarajillado como si no hubiera mañana

Tanto narcisismo intelectual contrasta con la pobreza de los argumentos “cuñadiles”, y dicha tensión ha terminado generando un repugne muy serio entre el resto de internautas. Lo más irritante, de todos modos, es el tono aleccionador que supuran estos mensajes, el adoctrinamiento de estar por casa. Y eso es lo que ha encendido a muchos. Así que el cuñao de los cojones ha dado pie a otra figura, el anticuñao, esto es: el tipo que también llena su estado con peroratas geopolíticas interminables para rebatir al “cuñadismo”. A mi modo de ver, Facebook ha contribuido a enloquecer este circo con la parida de la bandera francesa en la foto de perfil, un gesto que ha desembocado en adhesiones de vergüenza ajena. Y aunque el asunto de las banderitas produce urticaria, más náuseas producen los cuñaos antibandera. “¿Te pones la bandera francesa pero no la siriana? ¡Te lo pregunto a ti, ser inferior!”. Entre unos y otros el espectáculo ha sido deliciosamente bochornoso.

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He estado cinco días observando atentamente las reacciones de la gente, los movimientos de los cuñaos, los estados de Facebook de veinte párrafos aleccionando al rebaño, TODO. Contra pronóstico, he conseguido contenerme. El único post que he hecho sobre el tema es un texto maravilloso de “El Mundo Today” (www.elmundotoday.com/2015/11/aumenta-en-facebook-el-numero-de-expertos-en-politica-internacional-en-detrimento-de-los-fotografos-profesionales-de-vermuts) que compartí hace un par de días. No niego haber sentido la tentación de escribir algo muy estridente e ingenioso sobre los atentados, pero he sabido aplacar al cuñao que hay en mí. Diablos, si una basura ególatra como yo ha podido hacerlo, creo que todos deberíamos saber levantar el pie del acelerador y considerar que hay ciertos debates que es mejor no rebozar con nuestra ignorancia.

De hecho, tan fuerte es la llamada del cuñao que todavía ahora tengo la sensación de que si no escribo alguna gilipollez sobre los atentados en mi Facebook no existo. Y eso es triste. Al final lo que queda como ruido de fondo son unos hechos terribles, y lo que se impone son los delirios en las redes de una masa de cuñaos y anticuñaos con muchas ganas de pensar por encima de nuestra propia mediocridad.

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