Noche de terror en la première de “Ocho Apellidos Catalanes” (o el cogote de Dani Rovira)

LA PREMIÈRE

Llego al cine Bosque después de un día infernal en el que he tenido que recurrir a un vídeo de Jim Carrey para no volarme la tapa de los sesos. Acaban de llegar los actores de “Ocho Apellidos Catalanes”. Los focos se encienden, se chamuscan algunos flequillos, agitación incómoda. No son pocos los espontáneos que batallan por su parcela, hay juego de codos subterráneo, todos quieren verle las espinillas a Dani Rovira. Como no estoy en mi mejor momento, me ahorro el show del paseíto de los actores por el photocall, una medida preventiva para no acabar de hundirme en la miseria, y me dedico a estudiar las nucas de las estrellas desde la parte de atrás del mamotreto donde posan.

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Sin embargo, no me libro del gentío. Los fans se agolpan incluso en la parte posterior del photocall, hipnotizados por los cogotes de los actores que esperan su turno. Es una danza cansina y repetitiva. Las estrellas cumplen como diligentes robots, exhibidas ante los flashes como capones en la Fira del Gall de Vilafranca. La gente alimenta sus smartphones con imágenes de sus ídolos. Los ejecutivos revolotean nerviosos alrededor de la gallina de los huevos de oro. Varias azafatas tratan de conducir al rebaño al interior de la sala sin éxito.

De repente, la nuca de Dani Rovira se materializa a escasos metros de nuestra posición. Me acerco al cogote e inspiro. Inhalo Rovira. Me llega el embriagador aroma del triunfo. A mi lado, una chica se llena la boca de palomitas mientras observa el pescuezo más codiciado del cine español. No ha podido esperar a ver la película; es tan apasionante el diálogo silencioso que está manteniendo con el cogote de Rovira que su mano va directa al popcorn en un acto reflejo. Lo está gossando.

Así que me dedico a analizar al malagueño con la misma dedicación y me percato de que la fama ha moldeado su otrora resultón físico. Ahora el tipo está de un cachas que impresiona: hombros amenazantes; firmeza abdominal griega; brazos como truños de balrog. Cómo han cambiado los monologuistas. Félix el Gato y Paco Aguilar han dado paso a seductores musculados con personal trainer, estilo David Guapo. ¿En qué habremos fallado?dani-rovira

Un inesperado pendiente reposa en la oreja de Rovira. Algún estilista abyecto le ha alborotado el pelo. “Es como el vecino gracioso que todos tenemos”, asegura alguien detrás de mí. El vecino gracioso que todos tenemos nunca la enviaría a freír espárragos si le pidiera una foto, señora. Y es que dice Rovira dice que la fama le abruma, que está harto de que le pidan selfies y autógrafos a cascoporro, pero aquí está, promocionando la que seguramente será la película española más taquillera del multiverso y apareciendo en televisión en prime time para anunciar yogures, helados, lo que caiga. A veces pienso que los que más se quejan de estas cosas son los que esperan con mayor ansia que alguien les pida una firma o una foto para decir NO…De repente, una azafata interrumpe mi reflexión de cuñao: hay que entrar en la sala de proyecciones ya.

Antes de que empiece el film, Emilio Martínez-Lazaro y los actores se dirigen al público. Hay algo de maquinal en todo esto. El director coge el micro perezosamente, dice que las películas “se presentan solas”, que estos discursos de poco sirven, y le cede la palabra a la única persona que todos quieren escuchar. Dani Rovira tiene suficiente con decir “bona nis” con un cómico acento catalán para que el cine estalle en carcajadas. Un par de frases apelando a la humildad de la propuesta –“solo queremos que lo paséis bien durante hora y media”-, un par de palabritas más en catalán, risotadas en el patio de butacas y venga, que empieza la peli.

LA PELÍCULA

“Ocho Apellidos Catalanes” es una película del montón, una concatenación apresurada de gags de segunda división alimentados por topicazos estériles, bla, bla, bla. Nada que no hayáis leído ya en todas partes. Así que, en lugar de venderos una crítica sesuda, he preferido destacar algunos puntos fundamentales para entender este colosal naufragio.

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Los bíceps de Dani: Parece que Dani Rovira ha visto “Rocky IV” varias veces y ha decido ponerse mazas en la tundra rusa, no se vaya a cruzar en su camino algún Iván Drago. No podréis apartar la mirada de sus bíceps; dos masas de carne pétreas y curvilíneas que palpitan furiosamente, intentando librarse del apretón de las mangas del polo. No falta la escena de Rovira en calzoncillos para que admiremos su apolíneo y afelpado torso. Dios, alguien debería prohibir el CrossFit antes de que este planeta se vaya por el sumidero.

Dani y Clara: Meh. A mi modo de ver, tienen menos química en pantalla que Hermann Tertsch y Máximo Pradera. Además, se supone que el tándem Rovira-Lago es el protagonista de la película, pero los mejores minutos, los aplausos y las risas de verdad son para Karra Elejalde y Rosa María Sardà, que parece una versión trash de Marta Ferrusola. Qué feo queda que los mayores te saquen las castañas del fuego.

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Dos gags: Solo reí en dos gags. El de las palmas en un restaurante de flamenco y el del final, justo antes de los créditos. Ambos con Karra Elejalde de protagonista. El resto de la peli me lo pasé sopesando dónde vería el Barça-Madrid, peinándome el tupé, sosteniéndome los párpados y hurgándome la nariz al amparo del cómodo anonimato de la penumbra cinéfila.

Catalunya es hipster amish: Alguien le ha dicho a los guionistas que los hipsters son un elemento exclusivo de la fauna catalana, que se inventaron en algún laboratorio de Barcelona. Alguien les ha dicho también que los hipsters catalanes visten como los amish: pantalones hasta el sobaco como si fueran a pescar truchas; tirantes de abuelo por encima de la camisa; barbas de predicador puritano; sandalias de cuero… ¡Había momentos en que Berto Romero parecía un extra de “Único Testigo”! Don’t know much about history…

Rovira parlant català: El guión es tan pobre, que a la peli no le queda otro remedio que apoyarse en un gag que se repite una y otra vez cual martillo pilón, para mantener los ánimos del respetable pelín arriba. Toda la película es un chiste de hora y media en el que Rovira, con ese deje malagueño que tanto entusiasma a las abuelas, chapurrea catalán, se inventa palabras en catalán y destroza a conciencia el catalán. Así todo el rato. Y con esto se forran.

Hay que echar sal en los tópicos, provocar una úlcera infecciosa, golpear de verdad. Pero la parodia que vemos en esta peli es pura horchata

Masaje catalán: He visto canguelo. Miedo a pasarse de la raya y herir el maltrecho orgullo de los catalanes en estos días de Procés. Si haces una comedia sobre catalanes, chinos o rumanos, da igual, tienes que ir siempre a degüello. Hay que echar sal en los tópicos, provocar una úlcera infecciosa, golpear de verdad. Pero la parodia que vemos en esta peli es pura horchata. Los castellers, las banderas independentistas, los hipsters amish, diablos, se me antojan mucho más subversivos y lacerantes los chascarrillos sobre catalanes de Mari Carmen y sus muñecos que esto.

La gallega: La aparición de una gallega en la trama ha puesto en estado de alerta Def Con 3 a la Casa Blanca. Algo me dice que el año que viene habrá “Ocho Apellidos Gallegos” y deberemos ir con cazamariposas al cine, por si la violencia de los bostezos hace volar mandíbulas en platea. Por mi parte, no pienso verla a menos que me prometan una escena con el zombie del señor de las “prestitutas, la droja y el Cola Cao” descuartizando a Rafa en el pazo Quinteiro da Cruz, para servirlo después con cachelos en un aquelarre.

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