Si has asistido a gran parte de la programación del festival seguro que te encuentras en una de las semanas más difíciles del año. Volver a la normalidad después de tres días de festival no es nada fácil: insomnio, siestas a deshora, cierta nostalgia por tres días de fiesta casi ininterrumpida y un batiburrillo de recuerdos y vivencias difíciles de ordenar convierten la tarea de volver a la rutina en una especie de jetlag festivalero que cuesta un poco más a cada año que pasa. Es momento de ordenar ideas y cristalizar lo más destacable del certamen antes de mandarlo al baúl de los recuerdos.
“NO SÓLO MÚSICA”
Sónar ha trascendido como festival puramente musical para convertirse en un evento multidisciplinar en el que, en su versión diurna, conviven la tecnología, el arte, la fiesta de fin de curso y las conferencias sobre modelos de ocio. Con el traslado a Fira de Montjuich se ganó mucho más espacio y comodidad que permitió integrar a un Sónar+D que ahora mismo ya es un referente del ecosistema creativo digital. Si el Mobile World Congress y el 4YFN es el mejor marco para las startups con modelos disruptivos enfocados a planes de negocio y orientados a la monetización y la escalabilidad, el Sónar+D es el certamen dónde las ideas, la innovación y la creatividad más arty conviven durante tres días en una especie de feria de conceptos con padrinos de la talla de Brian Eno, Jean Michel Jarre, la BBC o el equipo de Spotify. En Sónar+D prima la idea y el concepto antes que la rentabilidad del producto, y eso se nota en sus propuestas: nuevos algoritmos de predicción musical para Spotify, cómo usar el videojuego Minecraft cómo una herramienta creativa y educativa, nuevos instrumentos musicales de base digital, el uso de datos para crear arte, nuevas formas de impresión 3D… ideas que convierten el festival en algo mucho más completo que una sucesión de actuaciones musicales.
ANTROPOLOGÍA SOCIAL
Y si el Sónar es algo más que una sucesión de actuaciones musicales es también por la atmósfera que se crea durante el festival. Modernos, viejovenes, ravers, swaggers, pijos, osos, cyberpunkis, bakalas, blogueras, geeks, indies, hooligans e incluso alguna que otra despedida de soltero conviven en perfecta harmonía, interactuando y colisionando los unos con los otros como si estuvieran en un acelerador de partículas a ritmo de techno. La fauna es variopinta y despliega todo su plumaje en el césped del Village. Este año cabe destacar varias tendencias que están ganando terreno poco a poco:
- Look “Monegros”: que no falte el machito tatuado con bermudas tejanas ajustadas, sin camiseta y bolsa totebag de propaganda. El perfecto look del raver maratoniano, desafiando a una de las ediciones más fresquitas del festival.
- La rejilla gay: en el sector más hardcore de la acera de enfrente se está popularizando las camisetas de rejilla negra, pero de rejilla con agujeros más grandes que una pelota de ping pong.
- El aro barroco en la nariz: perdí la cuenta de la cantidad de anillas estilo Rihanna o FKA Twigs que vi en ambos sexos. No sé cómo debe ser vivir con una argolla arabesca en la nariz, pero se antoja complicado dormir con tal estrella ninja en la tocha. Mención especial a la evolución con cadenita que conecta el aro con la oreja. Todo bien.
- Sudadera negra del Sónar: la tormenta del sábado por la tarde, acompañada de una bajada de temperaturas, agotó las sudaderas negras con el logo amarillo de Sónar, convirtiendo el open air del festival en una especie de hermandad universitaria uniformada que convivía con el resto de personas con chubasqueros estilo Tutuki Splash. Buen negocio el merchandising de manga larga.
«MUSIC NON-STOP»
En el apartado musical el techno y house de inspiración clásica, la llamada música “urbana” y la experimentación sonora dominaron el cartel. Del Sónar de Día destacar la fiereza con la que empezó su set Black Madonna, el techno arabesco de Acid Arab, la oscuridad dub de King Midas Sound + Fennesz, el r&b de corte futurista de Kelela, el frenético pase del mítico colectivo Underground Resistance, el impecable showcase de Raster Noton o el esquizo live de Oneothrix Point Never.
En su versión nocturna nos quedamos con el esperado pase de ANOHNI (aunque le faltó un pelín de intensidad), la versión más maximalista de James Blake, el hip-hop & downtempo de Kaytranada que ejerció de una especie de Flying Lotus para todos los públicos, el grime de Skepta, la potencia verbenera de Fatboy Slim, los bailables Bicep, el UK garage de Dj EZ que revolucionó a la parroquia british ajena al Brexit, o, cómo no, los antológicos sets de Four Tet y Laurent Garnier, dos enciclopedias Larousse de la música de baile que sentaron cátedra tal y como podéis comprobar en Playmoss, la plataforma que documentó los temas de sus sets en el festival.
«VI VI VIVA LA FIESTA»
Y claro, no nos vamos a engañar, Sónar tiene algo de fiesta tribal de bienvenida a la canícula, hedonismo en plan «vamos a bailar en el Sol, todos los días son días de fiesta«. Si la Navidad es el momento del año en que nos recogemos con la familia, Sonar es la fecha del calendario en que toca celebrar que el verano ya llegó y la fiesta comenzó… y toda la “joie de vivre” relacionada con la música de baile. Encontrarte a gente que repite cada año, compartir cervezas, saludar a conocidos y formar comandos para hacer incursiones en los diferentes escenarios forma parte del encanto del festival.
El Sónar se despide este año confirmando su entrada en la etapa de madurez. Atrás quedaron los años de los sold outs y las aglomeraciones de público. Sónar ya se expande hacia los lados, hacia las actividades paralelas que aportan valor añadido al evento y a la ciudad, sin dejar al lado su vertiente lúdica pero desmarcándose del turismo de ocio y fiesta de alguno de las citas off-Sónar que han crecido a la sombra del festival. Sónar tiene un público fiel que repite cada año y que se hace mayor a ritmo de música electrónica. Público que con dieciocho años compraba su entrada para el CCCB a 1.500 pesetas y que tiene a Laurent Garnier como el chico de “la pedrera” convertido en ídolo de la afición. Gente que te desea “feliz Sónar” y te emplaza de nuevo de aquí a doce meses. Allí estaremos, “peti qui peti”.
Fotos by www.sonar.es
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