Snapchat, ese artefacto llegado de un futuro distópico. Mi cerebro noventero nunca ha asimilado los rudimentos de dicha aplicación; cada vez que intento utilizarla (en balde), se tiende un vínculo de hermanamiento entre un servidor y los simios que braman enloquecidos ante el monolito de 2001 Odisea en el Espacio. Es triste, pero todavía conservo mi Snapchat virgen: veo más factible descifrar un discurso de Mario Casas con la boca untada de novocaína que aprender el funcionamiento de la bicha.
Y el siguiente ‘Stories’ en llegar ha sido Instagram Stories, que es básicamente lo mismo que Snapchat, pero para lisiados mentales como el que os habla. El entorno seguro de Instagram es el equivalente futbolístico a jugar en casa. La dialéctica de las fotos y vídeos de 24 horas de vida no se me antoja tan encriptada en terreno familiar. Y he tardado poco en zambullirme en este océano monguer de grabaciones absurdas, boomerangs gratuitos, clips con cara de felino, fotos tuneadas e infinitas futilidades. Es solo gilipollismo, pero me gusta.
Es solo gilipollismo, pero me gusta
El ‘Stories’ de IG ha volatilizado el muro generacional que separaba Snapchat del adulto cuerdo (no el que va en patinete a trabajar o se presenta al casting de Got Talent: el adulto cuerdo, ¿ok?). Mientras que en Snapchat te sientes como un viejo decrépito disfrazado de skater para caer bien a la mocedad del Arenal Sound, en Instagram Stories te atufa el ambientador industrial de Imperator, el olor acre a orín rancio. Es un aroma reconocible, reconfortante. Hay sitio para la senectud. Te sueltas.
Y el siguiente ‘Stories’ en llegar ha sido Facebook Stories, que básicamente es lo mismo que Snapchat e Instagram Stories, pero en un escalafón mucho más bajo y borderline. Hablo del pedete. El vertedero al que van a parar esas memeces que no pasarían ni siquiera el laxo filtro de IG Stories. Postear en Facebook Stories es enviar a tus congéneres el siguiente mensaje: “Me estoy tocando los huevos todo el santo día.” Nada en contra, pero los cuatro gatos que encuentran hueco para Instagram Stories y Facebook Stories padecen un excedente de tiempo libre que podrían aprovechar para procrear, leer, enviar anónimos a Jordi Hurtado o llorar muertes de famosos en las redes sociales. Cosas importantes, joder.
Y el siguiente ‘Stories’ en llegar ha sido Whatsapp Status, es decir Whatsapp Stories, que básicamente es lo mismo que Snapchat, Instagram Stories y Facebook Stories, pero como si la imitación se vendiera en los chinos, al lado de los muñecos de Star Warrio y Spaderman. La relevancia del invento es nula. Lo he usado un par de veces y por lástima. Se trata de un páramo baldío: los status de la gente se cuentan como cardos borriqueros en la inmensidad de Los Monegros.
Los status en Whatsapp Stories de la gente se cuentan como cardos borriqueros en la inmensidad de Los Monegros
Resulta comprensible, pues, que en mi entorno nadie le haya hecho ni caso. He aquí una mansión abandonada a la que van a parar los detritos del YO, la purria millennial; solo un bicharraco con una avidez cósmica de notoriedad, un Galactus del ego, sería capaz de utilizar Snapchat, Instagram y Facebook Stories y Whatsapp Status al mismo tiempo. Supongo que hay gente que tiene una rutina tan desbordante que necesita cuatro ‘Stories’ diferentes para contenerla. Asombroso.
No obstante, veo complicado que Facebook y Whatsapp consigan desbancar a Instagram Stories. Ahora que los analfabetos de internet nos hemos familiarizado con sus códigos y lo hemos convertido en nuestro antidiario personal, será difícil que cambiemos de acera o ampliemos el foco. Confieso que me siento muy atraído por esta dimensión oculta de Instagram. La abrazamos como auténticos chiflados. El mundo Stories es tan lelo y pazguato que no entiende de egos descontrolados, opiniones gratuitas, cuñadismos o proclamas políticas… Lo que ahora es Facebook, vamos.
Y se agradece esta anarquía tan absurda y reparadora. Ahora que Twitter se ha convertido en un vomitorio de odio y Facebook en un atril para narcisistas sin control, el amnios de Stories te llama para desintoxicarte de tanto YO y tanta bilis a base de monguerismo y psicodelia. Y nadie se salva en esta subcultura. Da igual la pose que elijas. Da igual que postees siempre las mismas rutinas o que vayas de tipo serio. Harás igualmente el ridículo, asúmelo cuanto antes, pues no hay superioridad moral que valga cuando entras en estos páramos psicotrópicos: en IG Stories todos somos la misma mierda patética.
Así pues, ¡demos una calurosa bienvenida a esta era de gilipollismo! Sí rotundo a las acumulaciones interminables de posts rutinarios sin sentido. Sí rotundo a escribir memeces y meter emoticones en las fotos. Sí rotundo a repetir el mismo post hasta la saciedad para crear una marca. Sí rotundo a vídeos en la discoteca haciendo gestos de rapero con la mano…
Utilizar ‘Stories’ para otros menesteres más allá de la tontería por la tontería es contraproducente. Ponerse serio y profundo en este burladero no tiene sentido, te hace parecer todavía más ridículo. Y aquí es donde entran, por ejemplo, especímenes como los ex despechados, gente que se emplea a fondo en el Instagram Stories para demostrar lo bien que se lo está pasando desde que se rompió lo vuestro. A estos farsantes se les detecta rápido y ‘Stories’ los aísla como haría el organismo con un cuerpo extraño.
Entramos en una era excitante. Dicen que esta será la forma de comunicarse en la redes en un futuro no muy lejano, que las nuevas generaciones serán adictas al al vídeo y la foto efímera. Ojalá esta tendencia se haga extensiva al mundo de los adultos. Ejecutivos negociando contratos de millones de euros a través de vídeos con cara de perro. Tipos enviando el pésame con una foto llena de emoticones. Gente que sabe que hay demasiados ‘Stories’ para tan poca vida.. pero qué más da.
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