¡Los vídeos de perfil se cargarán Facebook!

Lo que nos faltaba. Si hace unos días la felicidad me pedía degollar un lechal en honor del botón de Dislike, ahora toca bajona y canguelo. Es oficial: en cuestión de muy poco tiempo, la foto de perfil cobrará vida en nuestro móviles, esto es, podremos incluir un vídeo de 7 segundos que se irá repitiendo como un loop infernal hasta que nuestras retinas vomiten sangre. 

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¿Malas noticias? Lo siguiente. Mongolandia ya está aquí, pero me resisto a que Facebook deje de ser ese plafón inerte que tanto nos gustaba. Si hay humanos que resultan patéticos en imágenes estáticas, no quiero ni imaginar el infierno de verles hacer el simio en sus peliculitas caseras. Facebook no es Bellas Artes, no es la Fira de Teatre de Tàrrega. No estimulemos la inventiva del gentío, que pisamos terreno peligroso y la tontada se nos puede ir de las manos.

La foto de perfil en formato vídeo no sólo es un intento torpísimo de equipararse a Vine, es una puerta abierta para que la gilipollez inunde Facebook como una vomitera de ingeniosidad a precio de saldo. Existe un pacto tácito de no agresión entre las fotos fijas y el internauta. Pero un vídeo ya es otra cosa. Es agresivo y entra sin llamar. Pone a su autor en una situación de vergüenza ajena insostenible para los demás. La misma vergüenza ajena extrema que esclaviza la retina del visitante y le encadena a una espiral de hipnosis borderline de la que resulta imposible liberarse.

Todas las exploraciones en Facebooks ajenos quedarán inextricablemente ligadas al dichoso vídeo. El ridículo constante en tu cara. Al parecer, el dichoso vídeo se activará cada vez que accedamos al muro de otro y vive dios que no podremos pararlo: una tortura a la que no se abonarían ni los sicarios más fríos de Sinaloa.

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El movimiento convertirá Facebook en Facevideo y redefinirá los perfiles de arriba abajo. Por ahora ya se ha apropiado de la auténtica ventresca de este pescado: la sacrosanta foto de perfil. Una foto-vídeo, por cierto, que será más grande y, boom, estará situada en el centro de la pantalla para que nos la tengamos que tragar enterita sí o sí, como si fuéramos actrices porno. En cuanto se haya implementado la nueva parida, una centuria de mamoneo se cernirá sobre la red y comenzará la guerra de cortometrajes molones de menos de 10 segundos. En el reino de la foto estática las demostraciones de estupidez de peña mediocre resultan asombrosas, pero con estos estos 7 segundos de libertad audioviosual, la psicosis de narcisismo virtual irá a más y derivará en infinitas peliculillas de un exhibicionismo tan insoportable como contraproducente para su autor. Esto es como darle un micrófono a Chayo Mohedano y decirle que avanti, sin miedo, que canta mejor que Nina Simone.

Lo más inteligente será decir NO al vídeo de los cojones si no quieres acabar cayendo mal (o peor de lo que ya caíais). Aparte de comerse nuestro 3G en un periquete y dejarnos sin datos móviles a día 5 de cada mes, el vídeo de perfil tendrá un efecto desgastador para nuestro ego, pues generará entre los internautas una acumulación inestable de rabia, bochorno, lástima e impulsos asesinos. El nivel de sofisticación de la parida será proporcional al de repugne. Los incontables tics adquiridos por la gente en sus fotos de perfil se verán amplificados hasta la náusea en estas peliculillas casposas. Todo será más megachupidivercoolflipante, ergo: todo dará más asco.

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De hecho, ya he visto por ahí la secuencia de un empleado de Facebook haciendo el mentecato con diferentes sombreros que aparecen y desaparecen de su cocorota. El montaje simpático con objetos que se volatilizan y se vuelven a manifestar será tendencia. Y es que la era del vídeo en Facebook dará a luz una nueva dialéctica que se impondrá a lo bestia, pues satisfará por completo el ansia enfermiza de los usuarios por ser los más ingeniosos, los más creativos y los más felices de este miserable planeta.

Se acabaron las fotos de perros congelados en el aire; ahora los chuchos correrán, saltarán y ladrarán. La instantánea hierática del triatleta de turno y sus tatuajes motivacionales cobrará vida y nos lanzará mensajes de autoayuda mientras el interfecto se marca varias palomitas en la elíptica, medio en bolas. No teníamos suficiente con aguantar imágenes épicas de ciclistas, que ahora nos tendremos que comer los cortos espirituales de esta peña recorriendo carreteras solitarias con música de Explosions In The Sky de fondo. Runners marcándose un sprint de siete segundos. Gente que va de cantante. Los que se creen que bailan bien dilapidando su poca dignidad con coreografías patéticas. Estudiantes de comunicación audiovisual dejando claro que son estudiantes de comunicación audiovisual. Blogueras con un cheque en blanco para sacar la mongola que llevan dentro. Pastelazos en la cara. Abrazos colectivos. Chapuzones y carreritas en la playa.

Definitivamente, los vídeos de perfil son el principio del fin. El usuario tendrá la opción de mantener una foto fija, pero todos sabemos que habrá una estampida chaladísima de egos en pos de ese vídeo super cool. La foto estática morirá víctima de este canto a la procastrinación, porque si ya perdemos un tiempo precioso para elegir la nueva foto de perfil, ¿cuántas horas verteremos por el sumidero en la confección de estos vídeos de mierda? Y hay una reflexión todavía más aterradora: ¿Qué ocurrirá cuando Facebook, engorilado por el éxito del invento, decida incorporar efectos especiales, dibujos animados y otras memeces a los vídeos? Tengo una cápsula de cianuro en la muela esperando.

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En fin. Es encomiable que Mark Zuckerberg apele de forma tan directa a la creatividad de sus usuarios. El problema de esta iniciativa es que alguien tendría que haberle dicho al millonario bobalicón que la creatividad es un don que Dios reparte en cuentagotas, y que basta con darle un rotulador a la humanidad para que el 99% de sus miembros termine llenando un bloc de dibujos de pollas. Dicen que las margaritas no están hechas para los cerdos. Los vídeos de Facebook, tampoco. Afortunadamente, los enemigos de esta nueva plaga podremos blandir el botón “No me gusta” cual sierra eléctrica y quedarnos muy a gusto. Ante el aluvión de vídeos de perfil, propongo un bombardeo feroz y sin remilgos de Dislikes. Un NO ensordecedor a las ínfulas artísticas de la chusma. Guerra sin cuartel. Dicen que el vídeo mató a la estrella de la radio. ¿Dejaremos que haga lo mismo con Facebook, soldados? ¡No os oigo!

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